Los relatos publicados en este blog son el recopilatorio de historias y situaciones vividas durante parte de mi vida. Durante algún tiempo me he sentido culpable de alguna de mis relaciones antes de leer en este medio que hay mucha gente con historias similares o parecidas. Mi primera relación de sexo fue antes de cumplir los quince años, la ultima hace unos meses. Algunos de los relatos os parecerán inventados y no os culpo si no habéis vivido alguna situación similar o parecida.

miércoles, 13 de marzo de 2013

CELI. LA DULZURA CON NOMBRE DE MUJER


Celia, Una mujer para no olvidar.
Debo comenzar esta historia diciendo que en el mes de abril de 2010 con el propósito de pasar unos días visitando a mis familiares a los que hacia bastantes años que no visitaba. Aproveche las vacaciones de Semana Santa, para disfrutar unos días con mi familia, en ningún momento se me habría ocurrido lo que pasaría en esa visita, fueron unos de los mejores de mi vida. Os explicaré detalladamente en dos relatos
Lo cierto es que cuando planifique el viaje pensaba simplemente en disfrutar y descansar, no tenia intenciones de ligar ni de tener  ninguna aventura.
Llegue a media tarde de la primera semana de abril y me dirigí a la que era y es aun la casa de mi tío Frasquito, único hermano de mi madre. Hacia pocos meses que había cumplido 90 años. Mi sorpresa fue que al llegar me abrió la puerta una mujer de unos cuarenta años, de piel morena de físico agradable y sonriente, de estatura mas bien alta, de aspecto rustico, lo que llaman en los pueblos una mujerona de pueblo, vestía ropas oscuras que no le hacían justicia a su verdadero atractivo, tenía una larga melena ondulada negra, sujeta a la nuca en lo que se llama, una cola de caballo.
Al principio tuve mis dudas pensando que me había equivocado de puerta, en los pueblos las fachadas de las casas son casi todas iguales, y yo hacía muchos años que no bajaba, le pregunté por el apodo que todos conocen a mi tío en el pueblo. En los pueblos se conoce a la gente más por los apodos que por sus nombres verdaderos. Me contestó que si pero que en ese momento no estaba en casa, volví a preguntarle si sabía si tardaría mucho en regresar a lo que ella contestó que no lo sabía, que estaba en casa de su hija, entonces me presente como su sobrino Miguel que vivía en Barcelona y había venido a visitarlo. Hacia bastantes años que no volvía al pueblo por lo que estaba algo cambiado, Celia que así se llamaba se ofreció a acompañarme hasta la casa de mi prima que no estaba muy lejos, solo a dos calles de distancia.
A Celi, como todos la conocían en el pueblo le pagaban mis primos varias horas cada día para cuidar de mi tío y mantener la casa limpia  al negarse mi tío a irse a vivir con ninguno de los hijos, comía y cenaba en casa de mis primas y luego se iba a dormir a su casa. Celi venía todas las mañanas a limpiar la casa y hacer las faenas cotidianas, volvía  de nuevo por las tardes al ponerse el sol.
Celi se había criado y siempre había vivido en los cortijos, lo que en Cataluña llaman casas de payes. Estaba casada y no tenía hijos, su marido tenía que salir a trabajar fuera al no haber trabajo en el pueblo y pasaba largas temporadas fuera. Era y es una mujer de mirada limpia y cristalina de rasgos y gestos bondadosos, sincera que siempre dice lo que piensa, siempre sonríe
Desde el principio se creo una buena amistad, hablábamos largos ratos de los temas cotidianos y poco a poco fuimos intimando hasta que sucedió lo os cuento en mi relato. A Celi no la satisfacía  sexualmente su marido y yo hacia años que no mantenía relaciones con mi mujer aunque había tenido algunas aventurillas, a pesar de haber cumplido 60 años me mantenía físicamente bastante bien y necesitaba saciar mi sed de sexo de vez en cuando
Lo que comenzó como un juego acabó en que una mañana cuando Salí de la ducha y ella estaba limpiando la habitación mi tío acabamos echando el primer polvo. Esa primera vez quedó algo espantada y tambien adolorida al ver y sentir profanada su rajita por el tamaño de mi polla, decía que no imaginaba que se pudiera tener un cipote tan grande, aunque me decía que disfrutaba como nunca había imaginado. Celi cuando nombraba la polla decía el cipote. A partir de ahí cada día cuando venía a hacer las faenas fóllabamos como locos en cualquier rincón, pero aunque ella tenía mucho miedo de que pudieran vernos, deseábamos pasar toa una noche juntos, esto sucedió la ultima noche de mi estancia en el pueblo, cuando ya nadie se veía por las calles entre en su casa por la puerta de detrás, ella me esperaba estuvimos dándonos placer mutuamente hasta que el día comenzó a despuntar y tuve que abandonar su casa.
Fue una noche de las que no se olvidan, Celi no conocía otro hombre que su marido y no imaginaba cuantas cosas se pueden compartir entre un hombre y una mujer para disfrutar, fueron incontables los orgasmos que sacudieron su cuerpo, Su sexo quedo tan repleto de semen que una de las veces que se levantó para ir al baño le bajaban por los muslos llegando casi a sus talones. Tampoco había tenido ni en sus manos y menos en su coño una polla sobre todo tan gorda, me dijo que su marido la tenía pequeña comparada con la mía. Fueron diversas posturas que ella nunca había probado con su marido, un clásico que para el solo existía el misionero.
Cuando lo hicimos al estilo perrito dejaba escapar unos gritos que si alguien hubiera pasado por la calle hubiera pensado que la estaban matando.
Lo dejo aquí, si queréis leer el relato completo. PICAR AQUÍ..

sábado, 2 de marzo de 2013

Silvia. "compañera" de trabajo


Esta es una de esas historias que a cualquiera le puede resultar increíble. Hasta el día en que te sucede, jamás hubiera siquiera soñado en que aquello que siempre fue objeto de mi imaginación podría haberse convertido en una fascinante y peligrosa realidad.
Me llamo Miguel y vivo en un pueblo de la comunidad catalana. Con Silvia siempre habíamos tenido una relación de amistad y de mucha confianza, tanto así que frecuentemente bromeábamos con que entre ambos había algo más que eso, lo que incluso era motivo de risas por parte de mi esposa al haber una gran diferencia de edad entre ambos. Silvia tenía 21 años y yo hacia ya algunos que había cumplido los 40.
Muchas veces se quedaba en casa a dormir puesto que ella vive en otro pueblo, aunque no muy lejano pero si que el transporte publico es bastante escaso a partir de ciertas horas de la noche y ella no disponía de vehiculo propio. Y siempre las bromas fueron motivo de risas para los tres, incluso algunas con abierto contenido sexual.
Tal era la relación que un fin de semana celebrábamos el aniversario de mi mujer, razón más que suficiente para que la juerga que comenzó en la misma casa se prolongara. Todo estaba acordado; se quedaría a dormir en casa, el lugar decidido para seguir la juerga era una disco y aunque en definitiva pocos quisieron seguirnos, los tres nos pusimos en marcha, la noche estaba recién comenzada.
Al llegar a la disco, en realidad había menos gente de la que esperábamos, pero no estábamos para aburrirnos y al rato estábamos los tres bailando animadamente.
Había pasado más de tres horas y varias copas de más comenzaban a hacernos efectos. Supongo que un poco debido a esto último y a que hacían varios días que no hacíamos el amor con mi mujer, que ver tanta mujer guapa y con cuerpos de escadalo a mí alrededor hizo que me empezara a excitar. Mucho baile y roces con Silvia, hacía que una tremenda erección se fuera desarrollando bajo mis pantalones.
La verdad es que siempre me llamó la atención Silvia, me resultaba tremendamente atractiva y mas esa noche que vestía un ajustado jeans y un TOP que marcaba sus dos apetecibles senos. Los giros y tomadas de cintura y cadera hacían que mi erección resultara más que evidente, y yo, más que evitar los roces, buscaba afanosamente tocar la entrepierna de Silvia, en una vuelta fue ella la que buscó rozarse con el bulto de mis pantalones. No necesité más que esa invitación para acceder con un beso en su oreja a lo que ella respondió con una sonrisa. Yo aprovechaba cada giro para besarle la oreja, el cuello y las mejillas a Silvia.
Ella se resistía a dejarme sus labios argumentando que nos podría ver mi mujer. Cuando la desafíe diciéndole que no me era posible aguantarme a esas alturas del juego, me miró fijamente con unos ojos ardiendo de excitación, me agarró por el trasero y me besó fuertemente en la boca, sin preocuparse de si nos podía ver mi mujer. Su lengua buscaba desesperadamente la mía y mis manos que estaban en sus caderas buscaron el borde de sus braguitas que asomaban por su cintura. Todo me indicaba que al llegar a casa esa noche tendría la oportunidad que tantas veces soñé. Cogerme a Silvia la amiga de mi mujer. Nos tomábamos lo que quedaba de nuestros tragos con Silvia cuando apareció mi mujer que evidenciaba un estado de embriaguez que obligaba a retirarnos de la disco. Y fue lo que hicimos. acabamos nuestras ropas y al subirnos al taxi mi mujer pidió irse en el siento del lado del conductor, a lo que accedimos sin protesta alguna Silvia y yo.
El trayecto de la disco hasta mi casa son veinte minutos. Y yo apenas tomaba las manos de Silvia, ella buscó el bulto que se había formado en mis pantalones mientras bailábamos y que aún mostraba la calentura que me invadía. Disimuladamente abrió la cremallera y acarició mi miembro, que debía andar entre los 18 y 20 centímetros. Pero que por la excitación y el ardor parecía que estaba enormemente más grande. Yo me dejaba, y no perdía la vista de mi mujer y del chofer que a veces miraba por el espejo retrovisor.
Ella me miraba con mirada de lujuria y se  mordía los labios al comprobar su tamaño. La calentura me invadía cada vez que Silvia apretaba el glande. Como ella llevaba un ajustadísimo jeans, no tuve las mismas posibilidades de acariciarla como hubiera deseado, que a juzgar de lo lanzada que estaba, supuse debía estar muy lubricada. Con mi mano izquierda me dediqué a manosear su trasero, que junto a sus pechos, firmes por sus 21 años, ella mientras se dedicada a juguetear con su mano dentro del pantalón con el pene que me dolía de la excitación, yo le estiraba suavemente sus finas braguitas.
Las luces de los autos que venían en sentido contrario nos iluminaban y dejaban ver sus ardientes y ya sin recato gestos de placer. Nos tocábamos casi descontroladamente. Al llegar a casa tuvimos que llevar en andas a mi mujer que vencida por el sueño y el mareo del tequila hasta nuestro dormitorio que está en el segundo piso. Apenas abrió los ojos para darse cuenta que estábamos en casa, y volvió a quedarse dormida.
Mientras Silvia, se fue a poner ropa más cómoda a la habitación que le habíamos asignado y que estaba al fondo del pasillo junto al baño grande. Todo esto me había puesto más caliente aún.
Aproveché para ir al baño a vaciar la vejiga que la tenía tope de llena, debido a los Gin Tonics. Al salir del baño me la encontré sentada o mejor dicho semi tendida en el sofá con un camisón de encaje negro. Debo reconocer que aquella chica sabía como provocar.
-¿Te gusta mi ropa?
Preguntó a la vez que estiraba una de sus piernas hacia el techo exhibiéndose de una manera salvajemente hermosa.
-Y a qué hombre no habrías de gustarle, le respondí, mientras me sentaba en el sillón que estaba justo enfrente de ella.

Nos tomamos una copa mas y hablábamos acerca de lo excitante que había sido el baile en la disco, sentí ruidos en el segundo piso. Subí sin hacer mucho ruido y pude comprobar todo estaba en orden. Mi mujer dormía como una escocia. La ventana estaba entreabierta y el aire la había movido, una vez asegurada, cerré la puerta de la habitación por si acaso y volví abajo donde se había quedado Silvia. Ella al verme aparecer de nuevo.
-¿En qué estábamos?
Dijo Silvia, con una voz coqueta y sonrisa lasciva.
- En que esta noche por fin haré mi sueño realidad, serás mía.
Le dije decididamente.
- Estás loco. Tu mujer esta arriba, puede ser peligroso.
-Todo depende de que sepas guardar esto como un secreto y no grites cuanto te la hunda en tu rajita hasta el fondo de un solo empujón.
Le respondí.
- Soy como una tumba para guardar secretos, pero mejor lo dejamos para otro momento y en otro lugar. No crees?
Respondió ella sonriendo.
-¿Y para otras cosas, como el sexo, cómo eres?
Le pregunté mirando su provocador escote.
- Para eso soy muuuuuuuy abierta.
Dijo mientras se reía y bajaba las piernas del sofá abriéndolas descaradamente para que pudiera observar lo que guardaba entre ellas.
- Y el día que lo hagamos, de un empujón nada de nada, la quiero sentir entrar muy despacito para disfrutarla al máximo.
No faltaba más insinuación. Me acerqué a ella y me puse de rodillas entre sus piernas, la besé con fuerza, casi mordiendo sus labios. A lo que ella respondió acariciándome la nuca y desabrochando mi camisa.
Mis dedos rozaban suavemente sus blanquísimos muslos. Iban desde la rodilla hasta solo unos centímetros de su sexo. Eso la calentaba de sobremanera, porque al acercarme a su entrepierna sentía como su respiración se aceleraba.
- No sabes cuánto te he deseado desde aquel día que Carmen nos presentó.
Carmen es mi mujer. Le decía mientras la besaba mordisqueaba sus orejas.
-Y tú ni te imaginas las veces que te pensé haciéndome el amor.
Me respondió.
- Tu mujer me había hablado tantas veces de tu enorme polla y cuanto la haces disfrutar, que estaba deseando que llegara esa oacación dr sentirte dentro.
Ahora era Silvia la que me lamía el pecho y suavemente me tumbaba sobre la alfombra. Era una visión maravillosa. Esta mujer, delicada y llena de modales cuando hablábamos, estaba con las piernas abiertas, mostrándome su sexo deseoso de ser penetrado. La fina tela de su camisón dejaba traslucir la perfecta redondez de sus senos y unos hermosos pezones rosados y erectos.
Yo que no podía más, el bulto estaba a punto de romper el pantalón. Lo mas rápido que pude me lo quité quedando solo con el boxer, Silvia gemía frotando su sexo sobre mi pecho y mojándome con su evidente excitación. La lujuria hacía que mi miembro desbordara la diminuta prenda que impedía mi desnudez total.
- Te vas a enterar  lo que es una mujer ardiente me dijo, al mismo tiempo que puso su sexo sobre mis labios.
Ella se movía como poseída. Articulaba palabras entrecortadas sin sentido que a apenas se entendían, equivalentes a follame, jodeme, métemela.
Temblaba cuando suavemente le mordía sus labios o su clítoris. La breve tela fina que cubría su sexo estaba absolutamente mojada. Era todo ardor y deseo.
Hacía esfuerzos por detener sus frenéticos temblores y poder separar sus labios e introducir mi lengua y chupar su caliente sexo. Sin pudor lamí su interior y casi entre mordiscos apretaba sus labios. Los fluidos de su sexo inundaban mi boca.
Silvia no tardó en doblar su espalda hacia atrás anunciándome su primer orgasmo.
- No aguanto más, me corroooo, aghhhhhaggghhh. Diosssssss que bueno. Gimió.
La oía y temía que sus entrecortados quejidos despertaran a mi mujer. Pero nuestra excitación y frenesí era tan fuerte que nos costaba controlarnos.
Cuando se incorporó, de rodillas todavía a horcajadas sobre mi pecho, pude apreciar las perfectas formas de sus senos que ahora se veían majestuosamente desnudos.
Mis manos no tardaron en ir hacia ellos. Los apreté. Eran hermosos, suaves y  duros. Parecían estar hechos justo para tamaño de mis manos. Le pellizqué los pezones haciendo que se escaparan de su garganta pequeños  gemidos de placer.
- Sigue. No pares. Me gusta que hagas eso.
Me suplicaba Silvia descontrolada, rompí los tirantes del camisón que resbalo hasta quedar sujeto a su cintura tras lo cual aparecieron sus pechos con los pezones erguidos y desafiantes no se podían comparar con los de mi mujer.
Veinte años más, se notan particularmente en la firmeza, aunque aun son  hermosos, también más voluminosos y ya algo descolgados. Los senos de Silvia, eran evidentemente más pequeños y su turgencia superior.
Sin salir de aquella posición, giró su cuerpo sobre sí misma y me invitó a hacer un 69.  A tirones también ella se deshizo de mi boxer, y lo lanzó  al suelo  y mi miembro, como si fuera un resorte salto a sus manos y después a sus carnosos labios.
La boca de Silvia tenía vocación para una mamada. Sin duda su técnica era fruto de un largo entrenamiento. Subía y bajaba por mi tronco de carne ardiente. Con la punta de su lengua jugueteaba con el capullo haciendo que mi cuerpo temblara. Enterraba mi miembro en su boca lo máximo que podía, casi atragantándose.
Mientras yo lamia y chupaba de nuevo su caliente y mojada rajita. Estaba más que excitado. El placer que sentía no impidió que con movimientos circulares de mi lengua la estremeciera de nuevo con un nuevo y fuerte orgasmo, mis lamidas llegaban hasta su diminuto orificio trasero.
No tardé en acabar. Y con movimientos ascendentes eyaculé en la boca de Silvia. Borbotones de semen salieron disparados de mi pene. No sé cuántos fueron. Pero cuando Silvia se levantó y me miró con cara de cómplice, observe  como hilillos de semen le caía por la comisura de sus rojos labios que ella recogía con su lengua.
Apenas descansamos unos minutos. Creo que para escuchar si mi mujer hacía algún ruido, ella seguía en lo suyo. Dormir
- Ahora necesito que me lo metas bien adentro. Hasta los huevos.
- Necesito sentirme llena con esta esplendida polla.
Decía Silvia mientras acariciaba mi polla desde el capullo a los testículos con mirada lujuriosa apretándose a mi cuerpo y ofreciéndome su boca.
Unos cuantos toques con la punta de mi polla en la entrada de su rajita y le di un fuerte empujón y arranqué un grito de dolor que al rato fueron gemidos de placer.
- Dale, dame fuerte, métemela toda.
-¿Seguro que no te hace daño?
Le pregunté mientras le abrazaba los senos y le mordisqueaba el cuello.
- Un poco pero sigue, no pares, aprieta fuerte, Dámela toda, no pares, sigueee, dámela, ahhhhhh.
Sentí como mis testículos se apretaban a los labios de su hinchada rajita, comencé un mete y saca muy despacio y poco a poco fui acelerando hasta llegar a ser salvajes los apretones que le daba haciendo que ella gritara cada vez que se la hundía hasta el fondo, eran gritos de placer y no de dolor, ella acabó teniendo un nuevo orgasmo. Más corto pero más intenso a juzgar por la tensión que adquirió su cuerpo.
Sentía como su sexo se convulsionaba apretando mi pene mientras de nuevo la inundaba con fuertes chorros de semen que se estrellaban en las paredes de su útero.
Se dejó caer sobre la cama boca abajo, dejando que mi polla le chorreara los últimos latigazos de semen en su maltrecha y enrojecida rajita.
Oía su respiración muy agitada y las pulsaciones de su corazón aceleradas  mientras las paredes de su rajita seguían aprisionando mi polla queriendo estrangularla.
Solo habían pasado unos minutos cuando de nuevo mi polla volvía a estar en forma, ella permanecía tumbada sobre el colchón, me dejé caer sobre ella y acomodé mi polla entre sus piernas, con mi mano comencé a restregarla, ella levantaba su cuerpo para sentir como la polla rozaba su sexo, lleve la punta de la polla al agujero trasero y presione sobre el, ella protestó.
- Ni hablar, por ahí ni se te ocurra intentarlo.
 -¿Nunca te lo han hecho por ahí?
Le pregunté.
- Nooo, jamás.
Me confirmó. Y parecía verdad, el pequeño orificio, mostraba un centro que parecía impenetrable.
-Te prometo que vas disfrutar, argumenté intentando convencerla para que se dejara.
- Voy a hacerlo con suavidad.
Diciendo esto unté mis dedos con los líquidos que fluían por su vagina y empecé con la tarea de dilatarla.
- Nooo,Miguel, esta noche no, estoy muy adolorida, me has destrozado  el coño, y no quiero que me rompas también el culo.
- Te prometo que serás tu el primero, pero esta noche no.
Se dio la vuelta y hablamos durante unos minutos tumbados en la cama y cuando el día comenzó a apuntar, ella se levantó y se marcho a su habitación, yo me quede en el sofá disfrutando del olor de su piel y el sabor de sus besos. Dos años mas tarde me divorcie, vivimos juntos y tenemos una niña preciosa que ha cumplido 14 meses.