Esta es una de esas historias que a cualquiera le
puede resultar increíble. Hasta el día en que te sucede, jamás hubiera siquiera
soñado en que aquello que siempre fue objeto de mi imaginación podría haberse
convertido en una fascinante y peligrosa realidad.
Me
llamo Miguel y vivo en un pueblo de la comunidad catalana. Con Silvia siempre
habíamos tenido una relación de amistad y de mucha confianza, tanto así que
frecuentemente bromeábamos con que entre ambos había algo más que eso, lo que
incluso era motivo de risas por parte de mi esposa al haber una gran diferencia
de edad entre ambos. Silvia tenía 21 años y yo hacia ya algunos que había
cumplido los 40.
Muchas
veces se quedaba en casa a dormir puesto que ella vive en otro pueblo, aunque
no muy lejano pero si que el transporte publico es bastante escaso a partir de
ciertas horas de la noche y ella no disponía de vehiculo propio. Y siempre las
bromas fueron motivo de risas para los tres, incluso algunas con abierto
contenido sexual.
Tal
era la relación que un fin de semana celebrábamos el aniversario de mi mujer,
razón más que suficiente para que la juerga que comenzó en la misma casa se
prolongara. Todo estaba acordado; se quedaría a dormir en casa, el lugar decidido para seguir la
juerga era una disco y aunque en definitiva pocos quisieron seguirnos, los tres
nos pusimos en marcha, la noche estaba recién comenzada.
Al
llegar a la disco, en realidad había menos gente de la que esperábamos, pero no
estábamos para aburrirnos y al rato estábamos los tres bailando animadamente.
Había
pasado más de tres horas y varias copas de más comenzaban a hacernos efectos.
Supongo que un poco debido a esto último y a que hacían varios días que no
hacíamos el amor con mi mujer, que ver tanta mujer guapa y con cuerpos de
escadalo a mí alrededor hizo que me empezara a excitar. Mucho baile y roces con Silvia, hacía que una tremenda
erección se fuera desarrollando bajo mis pantalones.
La
verdad es que siempre me llamó la atención Silvia, me resultaba tremendamente
atractiva y mas esa noche que vestía un ajustado jeans y un TOP que marcaba sus
dos apetecibles senos. Los giros y tomadas de cintura y cadera hacían que mi
erección resultara más que evidente, y yo, más que evitar los roces, buscaba afanosamente
tocar la entrepierna de Silvia, en una vuelta fue ella la que buscó rozarse con
el bulto de mis pantalones. No necesité más que esa invitación para acceder con
un beso en su oreja a lo que ella respondió con una sonrisa. Yo aprovechaba
cada giro para besarle la oreja, el cuello y las mejillas a Silvia.
Ella se
resistía a dejarme sus labios argumentando que nos podría ver mi mujer. Cuando
la desafíe diciéndole que no me era posible aguantarme a esas alturas del
juego, me miró fijamente con unos ojos ardiendo de excitación, me agarró por el
trasero y me besó fuertemente en la boca, sin preocuparse de si nos podía ver
mi mujer. Su lengua buscaba desesperadamente la mía y mis manos que estaban en
sus caderas buscaron el borde de sus braguitas que asomaban por su cintura.
Todo me indicaba que al llegar a casa esa noche tendría la oportunidad que
tantas veces soñé. Cogerme
a Silvia la amiga de mi mujer. Nos tomábamos lo que quedaba de nuestros tragos
con Silvia cuando apareció mi mujer que evidenciaba un estado de embriaguez que
obligaba a retirarnos de la disco. Y fue lo que hicimos. acabamos nuestras
ropas y al subirnos al taxi mi mujer pidió irse en el siento del lado del
conductor, a lo que accedimos sin protesta alguna Silvia y yo.
El trayecto
de la disco hasta mi casa son veinte minutos. Y yo apenas tomaba las manos de
Silvia, ella buscó el bulto que se había formado en mis pantalones mientras
bailábamos y que aún mostraba la calentura que me invadía. Disimuladamente
abrió la cremallera y acarició mi miembro, que debía andar entre los 18 y 20 centímetros. Pero
que por la excitación y el ardor parecía que estaba enormemente más grande. Yo
me dejaba, y no perdía la vista de mi mujer y del chofer que a veces miraba por
el espejo retrovisor.
Ella me miraba con mirada de lujuria y se mordía los labios al comprobar su
tamaño. La calentura me invadía cada vez que Silvia apretaba el glande.
Como ella llevaba un ajustadísimo jeans, no tuve las mismas posibilidades de
acariciarla como hubiera deseado, que a juzgar de lo lanzada que estaba, supuse
debía estar muy lubricada. Con mi mano izquierda me dediqué a manosear su
trasero, que junto a sus pechos, firmes por sus 21 años, ella mientras se
dedicada a juguetear con su mano dentro del pantalón con el pene que me dolía
de la excitación, yo le estiraba suavemente sus finas braguitas.
Las luces de
los autos que venían en sentido contrario nos iluminaban y dejaban ver sus
ardientes y ya sin recato gestos de placer. Nos tocábamos casi
descontroladamente. Al llegar a casa tuvimos que llevar en andas a mi mujer que
vencida por el sueño y el mareo del tequila hasta nuestro dormitorio que está
en el segundo piso. Apenas abrió los ojos para darse cuenta que estábamos en
casa, y volvió a quedarse dormida.
Mientras Silvia, se fue a poner ropa más cómoda a la habitación que le habíamos
asignado y que estaba al fondo del pasillo junto al baño grande. Todo esto me
había puesto más caliente aún.
Aproveché
para ir al baño a vaciar la vejiga que la tenía tope de llena, debido a los Gin
Tonics. Al salir del baño me la encontré sentada o mejor dicho semi tendida en
el sofá con un camisón de encaje negro. Debo reconocer que aquella chica sabía
como provocar.
-¿Te gusta mi ropa?
Preguntó
a la vez que estiraba una de sus piernas hacia el techo exhibiéndose de una
manera salvajemente hermosa.
-Y a qué hombre no habrías de gustarle, le respondí, mientras me
sentaba en el sillón que estaba justo enfrente de ella.
Nos tomamos una copa mas y hablábamos acerca de lo excitante que había
sido el baile en la disco, sentí ruidos en el segundo piso. Subí sin hacer
mucho ruido y pude comprobar todo estaba en orden. Mi mujer dormía como una
escocia. La ventana estaba entreabierta y el aire la había movido, una vez
asegurada, cerré la puerta de la habitación por si acaso y volví abajo donde se
había quedado Silvia. Ella al verme aparecer de nuevo.
-¿En qué estábamos?
Dijo
Silvia, con una voz coqueta y sonrisa lasciva.
- En que esta noche por fin haré mi sueño realidad, serás mía.
Le
dije decididamente.
- Estás loco. Tu mujer esta arriba, puede ser peligroso.
-Todo depende de que sepas guardar esto como un secreto y no
grites cuanto te la hunda en tu rajita hasta el fondo de un solo empujón.
Le
respondí.
- Soy como una tumba para guardar secretos, pero mejor lo dejamos
para otro momento y en otro lugar. No crees?
Respondió
ella sonriendo.
-¿Y para otras cosas, como el sexo, cómo eres?
Le
pregunté mirando su provocador escote.
- Para eso soy muuuuuuuy abierta.
Dijo
mientras se reía y bajaba las piernas del sofá abriéndolas descaradamente para
que pudiera observar lo que guardaba entre ellas.
- Y el día que lo hagamos, de un empujón nada de nada, la quiero
sentir entrar muy despacito para disfrutarla al máximo.
No faltaba más insinuación. Me acerqué a ella y me puse de rodillas
entre sus piernas, la besé con fuerza, casi mordiendo sus labios. A lo que ella
respondió acariciándome la nuca y desabrochando mi camisa.
Mis
dedos rozaban suavemente sus blanquísimos muslos. Iban desde la rodilla hasta
solo unos centímetros de su sexo. Eso la calentaba de sobremanera, porque al
acercarme a su entrepierna sentía como su respiración se aceleraba.
- No sabes cuánto te he deseado desde aquel día que Carmen nos
presentó.
Carmen
es mi mujer. Le decía mientras la besaba mordisqueaba sus orejas.
-Y tú ni te imaginas las veces que te pensé haciéndome el amor.
Me
respondió.
- Tu mujer me había hablado tantas veces de tu enorme polla y cuanto
la haces disfrutar, que estaba deseando que llegara esa oacación dr sentirte
dentro.
Ahora
era Silvia la que me lamía el pecho y suavemente me tumbaba sobre la alfombra.
Era una visión maravillosa. Esta mujer, delicada y llena de modales cuando hablábamos,
estaba con las piernas abiertas, mostrándome su sexo deseoso de ser penetrado.
La fina tela de su camisón dejaba traslucir la perfecta redondez de sus senos y
unos hermosos pezones rosados y erectos.
Yo
que no podía más, el bulto estaba a punto de romper el pantalón. Lo mas rápido
que pude me lo quité quedando solo con el boxer, Silvia gemía frotando su sexo
sobre mi pecho y mojándome con su evidente excitación. La lujuria hacía que mi
miembro desbordara la diminuta prenda que impedía mi desnudez total.
- Te vas a enterar lo que es
una mujer ardiente me dijo, al mismo tiempo que puso su sexo sobre mis labios.
Ella
se movía como poseída. Articulaba palabras entrecortadas sin sentido que a
apenas se entendían, equivalentes a follame, jodeme, métemela.
Temblaba
cuando suavemente le mordía sus labios o su clítoris. La breve tela fina que
cubría su sexo estaba absolutamente mojada. Era todo ardor y deseo.
Hacía
esfuerzos por detener sus frenéticos temblores y poder separar sus labios e
introducir mi lengua y chupar su caliente sexo. Sin pudor lamí su interior y
casi entre mordiscos apretaba sus labios. Los fluidos de su sexo inundaban mi
boca.
Silvia
no tardó en doblar su espalda hacia atrás anunciándome su primer orgasmo.
- No aguanto más, me corroooo, aghhhhhaggghhh. Diosssssss que
bueno. Gimió.
La
oía y temía que sus entrecortados quejidos despertaran a mi mujer. Pero nuestra
excitación y frenesí era tan fuerte que nos costaba controlarnos.
Cuando
se incorporó, de rodillas todavía a horcajadas sobre mi pecho, pude apreciar
las perfectas formas de sus senos que ahora se veían majestuosamente desnudos.
Mis
manos no tardaron en ir hacia ellos. Los apreté. Eran hermosos, suaves y duros. Parecían estar hechos justo para
tamaño de mis manos. Le pellizqué los pezones haciendo que se escaparan de su
garganta pequeños gemidos de placer.
- Sigue. No pares. Me gusta que hagas eso.
Me
suplicaba Silvia descontrolada, rompí los tirantes del camisón que resbalo
hasta quedar sujeto a su cintura tras lo cual aparecieron sus pechos con los
pezones erguidos y desafiantes no se podían comparar con los de mi mujer.
Veinte
años más, se notan particularmente en la firmeza, aunque aun son hermosos, también más voluminosos y ya algo
descolgados. Los senos de Silvia, eran evidentemente más pequeños y su
turgencia superior.
Sin salir de aquella posición, giró su cuerpo sobre
sí misma y me invitó a hacer un 69. A
tirones también ella se deshizo de mi boxer, y lo lanzó al suelo
y mi miembro, como si fuera un resorte salto a sus manos y después a sus
carnosos labios.
La
boca de Silvia tenía vocación para una mamada. Sin duda su técnica era fruto de
un largo entrenamiento. Subía y bajaba por mi tronco de carne ardiente. Con la
punta de su lengua jugueteaba con el capullo haciendo que mi cuerpo temblara.
Enterraba mi miembro en su boca lo máximo que podía, casi atragantándose.
Mientras
yo lamia y chupaba de nuevo su caliente y mojada rajita. Estaba más que
excitado. El placer que sentía no impidió que con movimientos circulares de mi
lengua la estremeciera de nuevo con un nuevo y fuerte orgasmo, mis lamidas
llegaban hasta su diminuto orificio trasero.
No
tardé en acabar. Y con movimientos ascendentes eyaculé en la boca de Silvia.
Borbotones de semen salieron disparados de mi pene. No sé cuántos fueron. Pero
cuando Silvia se levantó y me miró con cara de cómplice, observe como hilillos de semen le caía por la
comisura de sus rojos labios que ella recogía con su lengua.
Apenas
descansamos unos minutos. Creo que para escuchar si mi mujer hacía algún ruido,
ella seguía en lo suyo. Dormir
- Ahora necesito que me lo metas bien adentro. Hasta los huevos.
- Necesito sentirme llena con esta esplendida polla.
Decía Silvia mientras acariciaba mi polla desde el
capullo a los testículos con mirada lujuriosa apretándose a mi cuerpo y ofreciéndome
su boca.
Unos
cuantos toques con la punta de mi polla en la entrada de su rajita y le di un
fuerte empujón y arranqué un grito de dolor que al rato fueron gemidos de
placer.
- Dale, dame fuerte, métemela toda.
-¿Seguro que no te hace daño?
Le
pregunté mientras le abrazaba los senos y le mordisqueaba el cuello.
- Un poco pero sigue, no pares, aprieta fuerte, Dámela toda, no
pares, sigueee, dámela, ahhhhhh.
Sentí
como mis testículos se apretaban a los labios de su hinchada rajita, comencé un
mete y saca muy despacio y poco a poco fui acelerando hasta llegar a ser
salvajes los apretones que le daba haciendo que ella gritara cada vez que se la
hundía hasta el fondo, eran gritos de placer y no de dolor, ella acabó teniendo
un nuevo orgasmo. Más corto pero más intenso a juzgar por la tensión que
adquirió su cuerpo.
Sentía
como su sexo se convulsionaba apretando mi pene mientras de nuevo la inundaba
con fuertes chorros de semen que se estrellaban en las paredes de su útero.
Se dejó caer sobre la cama boca abajo, dejando que mi
polla le chorreara los últimos latigazos de semen en su maltrecha y enrojecida
rajita.
Oía
su respiración muy agitada y las pulsaciones de su corazón aceleradas mientras las paredes de su rajita seguían aprisionando
mi polla queriendo estrangularla.
Solo
habían pasado unos minutos cuando de nuevo mi polla volvía a estar en forma,
ella permanecía tumbada sobre el colchón, me dejé caer sobre ella y acomodé mi
polla entre sus piernas, con mi mano comencé a restregarla, ella levantaba su
cuerpo para sentir como la polla rozaba su sexo, lleve la punta de la polla al
agujero trasero y presione sobre el, ella protestó.
- Ni hablar, por ahí ni se te ocurra intentarlo.
-¿Nunca te lo han hecho por
ahí?
Le
pregunté.
- Nooo, jamás.
Me
confirmó. Y parecía verdad, el pequeño orificio, mostraba un centro que parecía
impenetrable.
-Te prometo que vas disfrutar, argumenté intentando convencerla
para que se dejara.
- Voy a hacerlo con suavidad.
Diciendo
esto unté mis dedos con los líquidos que fluían por su vagina y empecé con la
tarea de dilatarla.
- Nooo,Miguel, esta noche no, estoy muy adolorida, me has
destrozado el coño, y no quiero que me
rompas también el culo.
- Te prometo que serás tu el primero, pero esta noche no.
Se dio la
vuelta y hablamos durante unos minutos tumbados en la cama y cuando el día
comenzó a apuntar, ella se levantó y se marcho a su habitación, yo me quede en
el sofá disfrutando del olor de su piel y el sabor de sus besos. Dos años mas
tarde me divorcie, vivimos juntos y tenemos una niña preciosa que ha cumplido
14 meses.