Los relatos publicados en este blog son el recopilatorio de historias y situaciones vividas durante parte de mi vida. Durante algún tiempo me he sentido culpable de alguna de mis relaciones antes de leer en este medio que hay mucha gente con historias similares o parecidas. Mi primera relación de sexo fue antes de cumplir los quince años, la ultima hace unos meses. Algunos de los relatos os parecerán inventados y no os culpo si no habéis vivido alguna situación similar o parecida.

lunes, 26 de noviembre de 2012

ENFERMERA III


VARIOS MESES DESPUÉS
Habían pasado varios meses desde que conocí a Ana, con buenos momentos y otros menos buenos, ella pasó por una fase de arrepentimiento, de no seguir viéndonos porque se sentía mal de seguir engañando a su marido. El caso es que estaba hecho un lío, así estuvo durante varios meses, yo no quise intervenir en ninguna decisión que tomase.
Un día me dijo que necesitaba aclarar sus ideas y para eso necesitaba no verme durante un tiempo, acepte su decisión diciéndole que siempre estaría cuando ella me necesitara.
En tres semanas no supe nada de ella aunque no me la dejaba de pensar en ella, y deseaba volver a verla, intentaba distraerme en mi trabajo y con mis amigos para superar su ausencia.
Un viernes a la noche cuando salía del gimnasio  la vi medio escondida en un portal, al veme vino hacia mi a hablar conmigo, como siempre estaba guapísima, vestía un abrigo tres cuartos, un pañuelo al cuello y un gorrito que le hacia una imagen muy juvenil.

     - Que tal Miguel, ¿Como estas?

Con una sonrisa que la hacía aun más atractiva se acercó y me  dio dos besos en la cara.

      ¿Tienes mucha prisa? ¿O podemos hablar?

La notaba nerviosa, le temblaban los labios al hablar y también algo mas delgada, en ese momento mirándola a los ojos tenía el convencimiento que me venía a decirme que lo nuestro no podía seguir, que teníamos que dejarle vernos.

      - Hola Ana, acabo de salir del gimnasio, me iba para casa a darme una ducha, y cenar algo, ver un rato  la tele, antes de irme a dormir.
¿Y tú Qué tal estas?, ¿hacía tiempo que no sabía nada de ti?
     - Bien, estoy bien, no te preocupes, mejor de lo que yo esperaba, hay veces que es muy difícil tomar una decisión y quería hablar contigo.

Le dije si quería que fuéramos a tomar algo a una cafetería que había a varias manzanas de allí, me contestó que no, que podrían vernos y no quería tener mas problemas de los que ya tenía, entonces fue ella la que me dijo el porque no íbamos a mi casa le contesté que ya sabía no vivía solo, que quizás estuviera en casa mi compañero Javier, me dijo que NO le importaba, que solo íbamos a hablar, la verdad es que cada minuto que pasaba estaba mas seguro que venía a decirme que nuestra relación no podía seguir. Desde la portería llame al piso para avisar a Javier que subía acompañado por si estaba poco visible como solía ir siempre por el piso, en gayumbos, no contestó nadie por lo que no debía de estar. Subimos en el ascensor hasta la cuarta planta que era donde estaba el piso, solo cerrarse las puertas del ascensor se colgó de mi cuello y nos besamos, la invité a pasar excusándome del desorden, que comprendiera que éramos dos chicos solteros. Era la primera vez que subía una chica a casa y así se lo hice saber, la guié hasta la sala, nos sentamos en el sillón y le dije que no demorara mas lo que le que me tenía que decir, aunque yo lo presentía.

     - Antes de decirte nada me gustaría saber si un día dejamos de tener sexo, ¿seguirás siendo mi amigo? ¿Seguirás hablando conmigo?

Trague saliva esperando sus siguientes palabras, que pensaba iban a ser que no volveríamos a estar juntos, le contesté que si, que por supuesto nunca dejaría de hablarle ni dejaría de ser su amigo, que si pensaba otra cosa era que no me conocía bien, siempre le había dicho que para mi la amistad esta por encima de muchas otras cosas y que comprendía que su situación era complicada y aceptaría fuera cual fuera su decisión, intentaba que ella no notara el mal trago que estaba pasando.
La verdad era que Ana para mi era algo más que una mujer con la que me lo pasaba más que bien practicando sexo, era una buena amiga, una amiga muy especial y ella lo sabía, nunca la olvidaría ni dejaría de hablar con ella.
Saco una de sus sonrisas más bellas y picaronamente me dijo.

     - Hay mi niño, que mala he sido contigo, tenía muchas ganas de arreglar esto de alguna manera.

ENFERMERA Se levantó del sillón, me dio un beso en la mejilla y se quitó la prenda de abrigo, debajo llevaba un vestido rojo, se fue desabrochando el abrigo poco a poco, me dio la espalda y se lo quito muy despacio, Se dio la vuelta y terminó por dejar caer el abrigo al suelo, sus pechos erguidos, luchaban por salir de la fina tela del vestido que dejaba al descubierto toda su espalda, se sentó en el sillón de enfrente y al cruzar las piernas pude ver sus braguitas, eran rojas como el color del vestido. En ese momento debía tener cara de idiota porque ella no paraba de reírse observando como no quitaba ojo de entre sus piernas.

     -Te gusta mi modelito?
     - Precioso, como todo lo que tu te pones.

No supe contestar otra cosa, estaba idiotizado mirándola. Ella también me miraba con deseo, sonreía con descaro, su pelo suelto formaba una melena salvaje, se movía despacio, con sensualidad, lo había ensayado para la ocasión, no podía ser natural, demasiado perfecto todo.
Se levantó y caminó hacia mí, abrió sus piernas y se sentó a horcajadas sobre mis piernas llevando sus manos a mi cuello y besándome en los labios. Bajó sus manos a mi bragueta intentando abrir la cremallera del pantalón, yo le sujeté las manos diciéndole que estaba sudado y tenía que ducharme antes.
Me levanté y me fui al baño, mientras me duchaba seguíamos hablando, no había cerrado la puerta del baño y mientras me secaba entro ella, al verme desnudo y medio excitado.

     - Mira que cosita tenemos aquí, ¿qué es esto? ¿Por qué está así de triste?, me miraba a los ojos con cara de bicho malo.

Yo me había excitado solo verla quitarse la prenda de abrigo y ver el vestidito rojo que le marcaba las curvas de su cuerpo, aquello superaba todo lo que había visto hasta esa noche. Estaba más que atractiva, me costó controlarme y no hacerla mía allí mismo en el cuarto de baño cosa que estaba seguro a lo que ella no se iba a negar.
Javi había dejado una nota en la que decía que se había marchado con unos amigos a Siches a pasar el fin de semana y no volvería hasta la noche del domingo. Entonces le propuse a Ana salir a cenar los dos, al principio vi duda en su cara no le parecía una idea muy acertada ya que podían vernos, su marido estaba fuera, pero tenía miedo de nos vieran y llegara a enterarse algún familiar y le fuera con el cuento a su marido. Le propuse irnos a un lugar a 150 Km. que conocí en una de mis vacaciones, por autopista solo a poco mas de una hora de coche.
Disfrutamos de una cena romántica y bonita durante la cual nos olvidamos de cualquier otra cosa que no fuera mirarnos, teníamos una charla pendiente pero ninguno de los dos deseábamos abordarla, después de cenar y cuando volvíamos ella me propuso pasar la noche conmigo en mi casa mas que proposición casi fue una suplica a la que me fue imposible negarme. Decía que quizás no tuviéramos otra ocasión de pasar una noche juntos y despertarnos juntos. Oyéndola todo me sonaba a despedida. El trayecto de vuelta lo hicimos en diez minutos menos que el de ida, entramos en casa y ella reseguida se tiró a mi cuela sacándome la ropa con desesperación, como si fuera la ultima vez que íbamos a estar juntos, todo esto era lo que mi liada cabeza pensaba.
Las ropas quedaron esparcidas por el suelo del piso en los pocos metros que había de la puerta a mi habitación.
Nos estiramos en la cama sin dejar de besarnos y solo teníamos nuestra piel para taparnos, lo que otras veces había sido desenfreno y lujuria esa noche fue cariño y ternura, notaba como su vello de erizaba a mis caricias y como su cuerpo temblaba solo sentir mis dedos recorrer su cuerpo, acariciaba mi pene con una suavidad y dulzura desconocida para mi, su respiración era relajada y tranquila, muy despacio sentía como sus vibraciones aumentaban hasta sentirla gemir apretada ami cuerpo sin que mi pene hubiera rozado su hendidura.
Después de este primer orgasmo ella me brindo su cuerpo estirando de mis manos para que me pusiera sobre ella, al sentir mi pene buscando la entrada de su sexo me susurró bajito al oído.

     - Mi amor adlo despacio, muy despacio, quiero sentir como me penetras milímetro a milímetro hasta sentirte todo dentro.

Esa noche no  paraba de hablar de susurrar palabras cariñosas y tiernas, era algo desconocido para mi, siempre había sido ruidosa y gritona en sus orgasmos. Ella controlaba, me decía.

     - Mi amor los dos, los dos juntos.

En pocos minutos los dos llegamos a un orgasmo, su cuerpo tembló al recibir la descarga acomunada de adrenalina que inundo sus entrañas, sus gemidos eran ahogados y su respiración profunda, al llegar a la cima del clímax oí un ruido agudo de su garganta y su cuerpo quedó desplomada bajo el mío, me asuste pensando que le pasaba algo, durante unos segundos sus ojos permanecieron cerrados y su cuerpo como si se hubiera desmayado. Tocaba su cara intentando hacerla volver en si, al notar como sus parpados se movían  ligeramente  y comenzó a abrir los ojos respiré algo mas tranquilo.
Le pregunté que le había pasado, tardo unos segundos en responder para decirme que no lo sabía, pero que se encontraba mejor que en la gloria, esa fue su única respuesta. Nos abrazamos después de taparnos con las sabanas y permanecimos así un buen rato, ella respiraba relajada a poyada sobre mi pecho. Pasados unos minutos cuando hablábamos tranquilamente me atrevi a decirle.
     - Ana esto es un despedida verdad?

Ella sorprendida se incorporó hasta sentarse en la cama y con los ojos muy abiertos me dijo.

     - Una despedida de que, ¿quien dijo eso?

Volví a preguntarle.

     - ¿Es esta noche la ultima que vamos a estar juntos?

Sin mediar palabra retiró la ropa que nos tapaba y llevó sus manos a mi pene que permanecía medio flácido hablándole como si pudiera entenderla.

     - ¿Eso crees tu pequeñín, que te vas a librar de mi, ni lo sueñes.

Se dejo caer sobre mis piernas y comenzó a acariciar mis testículos y mover de arriba abajo su mano sobre el tronco de mi pene hasta volverlo a poner duro y tieso. Le dio unos golpecitos cariñosos con su mano hablándole cariñosamente.

     - ¿Quieres librarte de mi? Te voy a enseñar quien manda aquí.

Mirándome a los ojos y con esa sonrisa que yo tanto conocía, me estaba poniendo más cachondo que nunca. Se incorporó pasando sus piernas a cada lado de mi cintura quedando apoyada en sus rodillas, con su mano izquierda se llevo el pene a la entrada de su rajita, poco a poco fue dejándose caer hacía abajo hasta tenerla toda clavada hasta los huevos, se quedo quieta unos segundos apretada sintiendo palpitar en sus entrañas la barra de carne  caliente. Besaba mis labios con pasión, empezó a moverse muy despacio levantándose hasta dejar solo la punta dentro y volvía a dejarse caer hasta sentirla tocar en el fondo de sus entrañas, rotaba sus caderas sobre el pene, el placer que empezaba a sentir era mucho, sus gemidos eran apagados por mi lengua que estaba en el interior de su boca, Ana se movía cada vez más rápido, al moverse hacia arriba sentía las contracciones de su rajita como apretaban mi pene intentando estrangularlo, era la señal que estaba a punto de volver a correrse,  sus manos se agarraban fuerte ami cabeza, de repente exploto con un grito que rompió el silencio de la habitación. Su cuerpo comenzó a temblar muchísimo y no dejaba de mover las caderas, su respiración agitada no podía recoger el aire que su cerebro le reclamaba, no podía continuar de lo agotada que estaba, y se desplomó sobre mi cuerpo jadeando con suspiros profundos que me volvieron a asustar, estaba fuertemente abrazada a mi cuerpo sin dejar que el pene saliese de su rajita.
Estuvimos así varios minutos sin movernos, la empujé hacia un lado, quedó tumbada con las piernas abiertas recuperando el aliento. De su rajita salían como de si de una fuente se tratara los fluidos de ambos mezclados manchando la sabana, los dos permanecíamos tumbados con las respiraciones  aceleradas.
Miguel no quiero dejar de verte, ni te imaginas lo que te he echado de menos estos días, te deseo, te quiero, no he cambiado de opinión quiero seguir viéndote y estar contigo. Pero no puedo dejar a mi marido, debemos ser muy cautos si se enterara de lo nuestro le haría mucho daño, el confía plenamente en mi.
Como respuesta la bese en los labios y la rodee con mis brazos. No dije nada, estaba todo dicho, el cansancio nos venció y nos dormimos hasta que nos despertaron los ruidos de las gentes que subían y bajaban por las escaleras.

Después de esa noche mi trabajo me llevó a estar fuera una temporada en la cual solo pudimos vernos dos o tres veces y encuentros rápidos al estar su marido en casa. El nuevo trabajo me haría estar mas tiempo cerca y poder verla mas a menudo, la esperé a la salida de su trabajo como hacía siempre para hablar con ella, la vi salir con su amiga Carmen como la mayoría de veces y como se acercaban a mi coche las dos, su semblante era serio y parecía desmejorada, le pregunté si le pasaba algo y me contestó que no, solo que estaba muy cansada, la creí y nos despedimos con un, ya nos veremos, volví a esperarla varias veces mas y siempre la misma excusa, ni me llamaba como hacia en otras ocasiones cuando nos era imposible vernos ni me decía que le pasaba. Un día fui a la sala de espera del consultorio donde trabajaba Carmen, esperé que saliera y le dije que quería hablar con ella, cuando acabó su trabajo nos vimos en la cafetería y le dije que me dijera que le pasaba a Ana, me dijo que mejor te lo decía Ana, que ella no quería meterse en los asuntos de nadie, la presioné hasta que no tubo mas remedio que decírmelo. Ana estaba embarazada de tres meses, esta revelación me dejo un poco Kao, Tanto le había afectado eso, un día me izo llegar una carta en la cual me pedía perdón por la manera que se había comportado, por no atreverse a enfrentarse y decírmelo ella, su excusa era que si me veía no podría irse y en esos momentos no deseaba que las cosas se complicaran mas de lo que ya estaban, nunca supe a que se refería porque nunca mas volvimos a vernos, ni a hablar, también yo quería evitar encontrarme con ella.
Y esta es toda la historia que sucedió con Ana.
LA ENFERMERA

jueves, 22 de noviembre de 2012

LA ENFERMERA II


Ha pasado un mes desde mi primera vez con Ana, aunque la vi en el hospital alguno de los días que fui a visitarme no había vuelto a pasar nada entre nosotros, entre otras cosas porque después de la operación no estaba yo para mucho trote, estuve un total de cinco días ingresado hasta que me dieron de alta, ella me dijo que me llamaría en una o dos semanas para saber como estaba, porque se marchaba de vacaciones con su marido a Lanzarote durante quince días. Pero ya había pasado un mes sin saber nada de ella.
Una noche cuando estaba a punto de irme a la cama recibí una llamada de teléfono, como esos días los compañeros me llamaban con mucha frecuencia no sospechaba quien podía ser, cuando oí su voz cálida y sensual me sorprendió mucho, ya que pensaba que ya no se acordaría de mi. Hablamos un rato  de muchas cosas sin entrar en el tema que me intrigaba a mí, y no era otro que volver a estar con ella nuevamente, de cómo le habían ido las vacaciones, que había visto por Lanzarote, cosas sin importancia. Notaba en su voz nerviosismo, indecisa, me pregunto por mi ojo, si ya veía bien, los dos nos  íbamos por las ramas, hasta que me canse de darle tantas vueltas y le pregunte si me había echado de menos, si había pensado en mi durante las vacaciones, si tenía ganas de que volviéramos a estar juntos, me dijo que sí, que tenía muchas ganas de volver a estar conmigo pero que le daba miedo que nos vieran juntos y su marido se enterara.
Me costó mucho convencerla de que eso no iba a pasar, accedió a que quedáramos un día antes de que acabasen sus vacaciones, su marido ya había comenzado a trabajar y yo aun seguía de baja, así que le propuse irnos a la playa, una a cien Km. donde nadie pusiera reconocernos, en un pueblecito pequeño de la costa catalana por aquel entonces aun quedaban pueblos donde sus playas aun eran vírgenes, habían también algunas nudistas que no solían ser muy visitadas y menos gente de su entorno, ahí podíamos tener asegurada la total privacidad que necesitábamos.
Quedamos en vernos en la plaza España de Barcelona, al día siguiente. A las diez de la mañana la vi aparecer radiante y hermosa como un ángel venido del cielo, con un traje que se le pegaba al cuerpo como si fuese una segunda piel, mancando todas sus curvas, su pelo rubio brillando al sol como una estrella en la noche, con un contoneo de caderas que quitaba el hipo, en tan solo cincuenta metros que la separaban de mi todos los hombres que se les cruzaban en el camino volvieron la cabeza para mirarla, me maravillé de tanto poderío femenino.
Llego a mi lado y le fui a dar un beso en los labios pero ella se aparto, "nos pueden ver, se más prudente por favor", me dijo, me dio un beso en la mejilla y me pidió que nos fuésemos de allí cuanto antes, así que nos subimos a mi SEAT 850 y nos fuimos de la capital dirección a la costa brava. Hasta que no salimos de Barcelona no se relajó, no habló conmigo durante quince minutos, la notaba algo preocupada y muy nerviosa.
Cuando ya llevábamos unos 30 KM  le dije que estaba guapísima y que si sonreía me haría muy feliz. Su reacción me cogió nuevamente por sorpresa, se desabrochó el cinturón de seguridad y se abalanzo sobre mí, besándome en los labios, metiendo su lengua en busca de la mía, su mano derecha se fue directamente entre mis piernas a mis partes íntimas, sobando mi pene por encima del pantalón. Tuve que concentrarme en no perder el control del coche, faltó poco para salirme de la carretera, no podía ver con claridad. Conseguí pararme al arcén, apagar el motor y centrarme en sus besos cálidos y húmedos.

     - No sabes cuanto te he echado de menos me dijo, tenía unas ganas enormes de besarte, tocarte, sentirte, me he acordado mucho, mucho de ti, de lo que pasó aquella noche entre nosotros, unas ganas locas de repetirlo.

Estaba asombrado por su declaración, no me imaginaba a Ana, una mujer espectacular deseando estar conmigo de aquella manera. He de reconocer que mi ego se puso por las nubes y se me pusieron los pelos de punta de la excitación, mi pene reaccionó creciendo como nunca lo había hecho y eso lo notó ella porque sin dejar de besarme me bajo la cremallera del pantalón y lo saco fuera, contemplándolo con los ojos muy abiertos todo su vigor.
mamadaSu exclamación y como la miraba me hacia presagiar que ese día iba a ser tanto o mas placentero que la noche en el hospital.
Sentía sus manos calientes como lo estaba yo, la suavidad y maestría con que me la tocaba me iba desquiciando cada vez más, mi respiración iba subiendo de intensidad, ella no dejaba de mirarme a los ojos mientras me la acariciaba, me iba a correr enseguida si no paraba de hacer lo que estaba haciendo, muchas emociones para tan poco tiempo, así que no tardé ni cinco minutos, tuve un  orgasmo salvaje que ella se apresuro a recoger para no mancharme. Estaba en la gloria, me parecía estar flotando. Cuando se incorporó al asiento me limpió lo poco que no había logrado recoger con su boca con unas toallitas de papel que siempre llevo en la guantera. Me miro con una sonrisa picarona,  me beso en los labios y me soltó de sopetón.

     - El señor esta servido, ya nos podemos ir a la playa ajajá.

Alucinaba con aquella chica, que pasada de tía recuerdo que pensé.
Llegamos al pueblo y fue entonces cuando le propuse ir a una de las playas  nudistas, Ana me dijo que no había estado nunca en ninguna y no se lo pensó dos veces, acepto encantada, así que llegamos al sitio y nos desnudamos en el mismo coche, dejando las ropas en el interior del mismo y con las toallas, una  sombrilla y las cremas para el sol nos acercamos a la orilla, nos fuimos a un rincón un poco apartado donde habían unas rocas que nos podían ocultar de las vista de la poca gente que ese día había y allí nos tumbamos al sol.
Por primera vez desde que la conocí la pude ver bien completamente desnuda en todo su esplendor, era sencillamente perfecta, de piel blanca, no tenía ni un gramo de grasa, su abdomen era liso y prieto, sus pechos firmes, con pezones sonrosados y puntiagudos, cintura estrecha, su cadera era propietaria de un culo respingón y firme en forma de pera, el pubis bien arreglado dejaba entrever unos labios carnosos muy eróticos, con muslos y piernas bien proporcionados y pies pequeños con unos dedos que parecían de muñeca de porcelana.
Ella no dejaba de mirarme, con una sonrisa en los labios, debía de adivinar lo que estaba pasando por mi cabeza, porque abrió sus piernas para dejarme ver la totalidad de su estrecho coñito, sus dedos empezaron a tocar sus puntiagudos pezones, a la vez que daba suaves gemidos de placer, la contemplaba extasiado y excitado, era un torbellino de erotismo desbordado, su mano derecha se fue a su clítoris y empezó a tocarse cada vez más rápido, respirando con rapidez adiviné que le venía un orgasmo y así me lo hizo saber cuándo me dijo que se corría, con grititos de desesperación.
Que hermoso espectáculo fue aquello, estaba que no podía ocultar mi calentamiento, mi pene estaba que reventaba de tieso y duro, así que me coloqué en medio de sus piernas puse la punta Demi pene en la entrada de su coñito y sin más la penetré hasta el fondo de un solo empujón, estaba tan húmeda que no hizo falta demasiado esfuerzo para que se la tragara hasta los huevos. Gritó de placer cuando la sintió toda dentro, se abrazo a mi cuello y me pidió que me moviera despacio pero sin dejar de hundirme hasta el fondo, quería sentirla todo lo dentro que pudiera metérsela, sus músculos vaginales estrangulaban mi pene hasta el punto de que casi no podia moverlo, era tanto el roce de mi capullo con sus paredes que el placer que ambos sentíamos era simplemente imposible de de superar. Mi mano bajó hasta su clítoris y empecé a tocarlo suavemente en rotación de derecha a izquierda, sin presionar demasiado fuerte, en cuanto sintió mis dedos acariciarla no pudo remediar el dar un gritito de placer, su cuerpo comenzó a temblaren convulsiones incontroladas, besándome en los labios para que evitar gritar, arqueaba la espalda con tanta fuerza hacia arriba que me levantaba a mí con ella. Sus orgasmos se iban sucediendo uno tras otro sin parar durante más de media hora que duró aquella tortura de placer. Con gemidos hondos y respiraciones profundas me anunciaba que se estaba corriendo.

Sentí como resbalaban por mis muslos los fluidos que salían cuando la penetraba con fuerza. Ella no podía apenas moverse mientras recuperaba la respiración, tenía los ojos cerrados, sus manos a los lados de lo agotada, se mantenía apretada y sus manos con las uñas clavadas en mi espalda, pronunciaba palabras cariñosas, aunque poco pronunciables, Por sus mejillas resbalaban dos lagrimas, los ojos llorosos, sentía como su tórax se hinchaba y las pulsaciones de su corazón a tope, me miraba como ida, no paraba de tiritar, temblar, estábamos a mas de 30 grados y ella temblaba como si el frío dominara su cuerpo, intente echarme a un lado y salir de ella, se apretó fuertemente a mi cuerpo diciendo que ni lo intentara, que me quedara quieto, bien apretado dentro de ella. Durante más de diez minutos no me moví, sentía como su sexo presionaba mi pene, los músculos de su rajita estrangulaban mi pene que se mantenía tieso y duro como al inicio.
Durante casi media hora quedó como aturdida, solo me miraba, no respondía a mis preguntas, como respuesta solo abría sus ojos y me sonreía y de nuevo los cerraba. Durante ese tiempo pasaron muchos pensamientos por mi cabeza, quizás no le gustó la forma como me comporté, que quizás estuviera arrepentida y se sentía mal por estar engañado a su marido, que a lo mejor estaba pensando en no volver a verme más, vamos que no paré de pensar como el veinteañero que era.
Finalmente se recuperó, se levantó me cogió de la mano, y nos metimos despacio en el agua, después de unos minutos de jugueteos y abrazos, cuando el agua nos cubría por encima de la cintura, me beso en los labios, y sentí como una de sus manos me cogía el pene y me susurraba al oído.

     - A partir de hoy, no dejes jamás de hacerme el amor como solo tú sabes hacerlo, yo te haré a ti todo lo que tú me pidas, esto me pertenece solo a mi, lo mismo que mi coñito te pertenece a ti.

Estuvimos cerca de una hora hablando y jugando dentro del agua, no había casi gente y daba gusto estar allí con ella, ese día el agua estaba cálida y el sol no calentaba en exceso, aunque me preocupaba que ella se quemara la piel así que nos fuimos de nuevo a nuestro refugio bajo la sombrilla, se tumbo boca arriba y la unté toda de crema solar, poco a poco, sin prisas conociendo cada poro, cada rincón de su piel, hasta que llegue a su hermoso y bien cuidado pubis, antes mi cabeza bajo hasta allí y empecé a pasar mi lengua por los bordes de su coñito, rozando sus labios mayores, sin profundizar demasiado, poco a poco se fue acomodando en la toalla y abrió mas sus piernas para dejarme total acceso a su coñito, aun estaba lubricada de mi corrida anterior, la punta de mi lengua empezó a hurgar en su interior, despacio pero sin pausas, abriendo su rajita como si mi lengua fuese un ariete fue introduciéndose cada vez más en ella, se mantenía en silencio, respirando despacio pero con aspiraciones ondas, tenía pequeñas convulsiones, poco a poco se  iba mojando mas y mas, iba tensando su piernas y levantando sus caderas mas pronunciadamente, de repente no pudo aguantar más y grito.

     - Ohhhhh Miguelllll, me viene, me viene, sigue así, no pares, no pares.

Me quise apartar  para subirme encima de ella de nuevo y penetrarla, pero ella no me dejo, se agarro fuertemente a mi cuello y me obligo a quedarme allí pegado hasta que acabo de correrse, de tener otro orgasmo bestial, ya empezaba a cansarme que fuese ella siempre la que llevase la voz cantante en cada follada del día, así que decidí darle un escarmiento y castigarla a mi manera.
Sin darle respiro, la voltee y la puse boca abajo, ella iba a protestar pero debió de ver en mi mirada algo que la convirtió en sumisa de inmediato porque a partir de ese momento se dejo hacer sin protestar, le limpie la arena que tenía en la espalda y me fui directamente a su culito, lo unte bien con la crema solar y le introduje suavemente un dedo en el, ella me miro suplicante, pero no se atrevió a decir nada, sabía que no debía hacerlo. Estuve unos minutos masajeando con el dedo dentro de su culito, cogí mas crema solar y me unte dos de mis dedos de la mano derecha, los metí los dos, espere a que estuviera bien dilatada, la notaba tensa y algo dolida, pero seguía sin protestar, tres dedos y su culito seguía dilatando, no quería hacerle daño, ni que le doliera mucho, así que cuando estuve completamente seguro que su culito estaba lo suficiente dilatado y bien lubricado me puse detrás  de ella y con una mano lleve el pene directamente a la entrada de su ano, la punta estaba preparada para perforar aquel agujerito estrecho.

     - Noooo, no Miguel, por ahí no, me vas a hacer daño, no por favor noo, pídeme lo que quieras pero eso, por ahí no.

Apoyé la punta en la entrada de su culito, presioné con fuerza, ella abrió sus piernas lo más que pudo y el glande entró, Ana dejo escapar un quejido de dolor.
Aunque le dolía ella se sorprendió que entrase sin causarle el dolor que ella esperaba, nunca había tenido sexo anal con nadie, ni con su marido, solo había entrado el glande así que aun no estaba todo conseguido, igual que ella yo sabía que en cuanto intentara avanzar le iba a doler, por eso me lo tomé con calma, apreté un poco más y introduje unos CM más, ella volvió a quejarse esta vez mas fuerte.

     - Para, paraaaa Miguel, me duele, me duele mucho. Por favor no sigas, me lo vas a romper.

Co solo unos centímetros dentro me quedé quieto esperando que se relajara unos tres minutos más o menos para que se acostumbrara a tenerla dentro, me salí de su culito para untarme nuevamente mas crema y volví a entrar en ella, esta vez entró un poco más de la mitad, ella seguía quejándose, respiraba muy nerviosa, pero se dejaba hacer, volví a quedarme quieto sin moverme sintiendo su ano me lo estrangulaba, sentía en mi pene el calor de su interior, despacio empecé a moverme unos centímetros hacia atrás y volvía a entrar, poco a poco iba penetrándola más profundamente hasta sentir como mis testículos tocaban sus glúteos, entonces le susurré al oído dije que ya estaba toda dentro, que se relajara y disfrutara. Ella me gritaba.

      - No te muevas por favor, no te muevas, déjame sentirla ahí, por favor cariño.

Repetía una y otra vez, por ser la primera vez que lo hacíamos lo consentí, pero sería la última, así que me espere durante un ratito sin moverme a que su culito se fuese dilatando y adaptando al tamaño de mi pene, le besaba en el cuello y le daba mordisquitos en la espalda, le susurraba palabras cariñosas al los oídos mientras entraba y salía de su estrecho culito, pase mi mano por debajo de su cuerpo hasta llegar a su clítoris, al sentir mis dedo hurgando en su botoncito empezó a suspirar y mover suavemente las caderas, era imposible estarse quieta mientras le frotaba el clítoris, aproveche para empezar a moverme mas rápido, empecé a sacarla y meterla algo mas rápido que al principio, poco a poco fui acelerando más mis movimientos profundizando lo máximo que podía mis envestidas, Ana no paraba de decir.

     - Que gusto, la siento toda dentro Miguel, me estas matando, no pares sigue, mas fuerte, dame mas fuerte.

Decía alguna que otra palabrota, como ( rómpemelo, rómpeme el cccccc) Yo seguía entrando y saliendo mientras ella gemía con sintiendo un orgasmo largo, ella solo podía mover el culo de arriba abajo, estaba a mi total merced, completamente esclavizada, con mi pene clavado hasta el fondo,  no dejaba de gemir y decirme que le diera fuerte, el orgasmo nos vino a los dos a la vez, al sentir que se corría estiró sus manos hacia atrás hasta apretarme por las nalgas y se la hundiera mas aun al sentir sus gemidos no pude evitar correrme yo  también. No puedo describir con palabras la sensación que sentí en aquel momento, simplemente os diré que fue sublime, diferente a cuando me corría en su rajita, un placer como pocas veces había sentido.
Éramos pocos bañistas en la playa a esa hora, era un lunes y por eso no había mucha gente, por eso los gritos de Ana no habían alertado a nadie, menos mal, menudo espectáculo porno estábamos dando.
Después de unos minutos de estar apretado encima de ella me salí de ella y me tumbe a su lado, ella se dio la vuelta, se subió encima mío invirtiendo la postura, apoyo su cabeza en mi pecho y se quedo así durante unos minutos. Yo le acariciaba el pelo, la espalda, los dos estábamos agotados, sobre todo ella, acababa de descubrir algo que no sabía, que por detrás se puede sentir tanto o mas placer que por su rajita. Su culito había dejado de ser virgen,  seguía doliéndole pero el placer recibido compensaba las molestias. Sin casi darnos cuenta habían llegado las seis de la tarde.

     - Nos tenemos que ir Miguel, tengo que llegar a mi casa antes que llegue mi marido.

Así que nos metimos de nuevo en el agua para asearnos un poco, sus gestos de dolor mientras se lavaba su culito me hacían pensar que algo le había hecho daño, aunque no habíamos tenido que ir a urgencias como ella decía aquella noche en la sala del hospital. Nos secamos, nos fuimos hacia donde estaba el coche y nos pusimos en marcha dirección hacia Barcelona. Habían transcurrido ocho horas desde que la recogí en la plaza España. Durante casi todo el viaje lo hicimos en silencio, ella llevaba su cabeza apoyada en mi hombre y una de mis manos entre las suyas
Llegamos a nuestro destino y nos despedimos con un beso cálido, dulce y casi diría yo amoroso.
Te llamo en cuanto pueda escaparme otro día, deseo estar contigo y sentirte, por delante y por detrás, Adiós.

Levantando su brazo la vi marcharse en dirección por donde la vi llegar, los hombres que se cruzaban con ella seguían girándose embobados desnudándola con la mirada, pero era su amante, era mía, solo mía.
IR A ENFERMERA III. FINAL

miércoles, 21 de noviembre de 2012

LA ENFERMERA


ENFERMERA EFICIENTE
Ese año tuve que ingresar en el hospital, había tenido un pequeño accidente laboral y me ingresaron para operarme de una fractura nasal, nada importante pero necesaria para mejorar las vías respiratorias.
Después del papeleo del ingreso y llevarme a la habitación me fui a dar un vuelta por los pasillos del hospital, conocí a una enfermera de la planta donde estaba ingresado que ya había visto antes en una de las consultas del otorrino, madre mía pensé cuando la vi por primera vez, era una belleza de 24 años, rubia de melena larga, ojos claros azules, redondos y grandes, labios carnosos,  sensuales y sonrosados, alta de mas de 170 cm de estatura todo curvas, cintura estrecha y pechos generosos sin ser grandes, una 100 de pecho mas o menos y un culo respingón que me mareaba solo mirarlo. Me dijo que se llamaba Ana y me miro de arriba abajo con una sonrisa en los labios que hizo que empezara a ponerse nerviosa mi entrepierna, ella se dio cuenta en mi mirada, porque después de estar un rato en la habitación, entró y me dijo que esa noche tenía guardia y que si estaba ingresado en su planta pasaría a saludarme.
Así que ya pasadas las diez de la noche me encontraba ansioso por volver a verla, no estaba seguro si cumpliría su promesa, pasaban los minutos y no aparecía, así que a las doce lo di por perdido, no se debía acordar o estaría ocupada, salí de la habitación para darme un vuelta, no tenia sueño y quería tranquilizar mis ánimos, así que me fui a la cafetería que estaba abierta toda la noche, me llevé una sorpresa, allí estaba ella con varias de sus compañeras, tomando café y  dialogando animadamente, ella me vio entrar y note como se tensaba su cuello, no podía estarme quieto de los nervios que tenia, me decía a mi mismo que pasaba con aquella chica, me estaba comportando como un niñato sin experiencia, la verdad es que me era bastante fácil conquistar al genero femenino. Sentía sus ojos clavados en mi cuello, estaba seguro que me miraba mientras hablaba con sus compañeras, yo no me atrevía a mirarla a ella para que no se diera cuenta de lo nervioso que estaba, me tome una coca cola y después de pagar me dirigí a la salida del bar con intención de volver a mi habitación y olvidarme de todo. Cuando esperaba la llegada del ascensor oí que ella me llamaba por mi nombre, la vi acercarse, entramos juntos en el ascensor y nos miramos a los ojos y sin mediar palabras la abracé y la bese en los labios, se acabaron los preámbulos no hubo más historias, ella no rechazó mi beso y mandó el ascensor a la primera planta, donde estaban consultas externas y no había nadie.
Entramos en una de las consultas que estaba totalmente a oscuras, solo iluminadas por las luces de emergencias, una vez dentro de la consulta, volvimos a besarnos, esta vez fue ella la que llevo la iniciativa, se abalanzo hacia mí, rodeo con sus manos mi cuello y me beso profundamente, su lengua busco la mía y se entrecruzaron buscando placer, empecé a quitarle el uniforme y al cabo de unos minutos estábamos ambos desnudos, me puse de rodillas y metí mi cabeza entre sus piernas buscando su húmedo coñito, digo húmedo porque aquello estaba mojado a tope, mi lengua busco su clítoris hinchado, lo lamí, froté y chupe hasta sentir como se corría en mi boca, ella dio un grito cuando sintió mi lengua caliente introducirse en su rajita y me agarro de la cabeza con fuerza para no caerse al suelo del tembleque que sentía en sus piernas a la vez que me empujaba más a su interior.
Tuvo un orgasmo bestial le temblaban las piernas, gemía y respiraba con fuerza, me agarraba del pelo con tanta fuerza que me hacía daño, tuve que ponerme de pies y quitármela de encima, la lleve a una camilla que había y la tumbe encima boca arriba, la altura de la camilla era la justa, le cogí las piernas y me las puse en los hombros y en esa postura acerque mi pene a su rajita y sin ningún miramiento la penetre con fuerza de un solo empujón, ella dio un grito al sentir todo mi pene en su interior, se agarraba a los lados de la camilla para que mis embestidas no la desplazaran.
Tumbada en una camilla en la consulta de un hospital y bien ensartada tenia a la mujer más hermosa, lujuriosa y sensual que había conocido en mi vida.
La había conocido ese mismo día, solo había hablado con ella apenas unos minutos y ahí la tenía ensartada a mi cuerpo y temblorosa con mis 18 cm metidos hasta el fondo, gimiendo de placer disfrutando de uno de las mejores polvos de su vida según me confesó minutos después.
Sus jadeos y gemidos que resonaban en la habitación  me habían excitado al máximo, estaba en una de las situaciones más disparatadas que jamás pude imaginar, en una consulta médica a las doce y media de la noche, totalmente a oscuras, completamente desnudo poseyendo a una hermosa mujer en las mismas condiciones que yo, totalmente desnuda y encima de una camilla en un edificio repleto de personas que en cualquier momento podían entrar y pillarnos.
Ana estaba disfrutando de un orgasmo bestial, me vi obligado a taparle la boca con una de mis manos para que no se oyeran los gritos que salían de su garganta.
     - Joder tío que pollon mas gordo tienes, no pares dame mas mass, mas fuerte Ohhhhhhh AHHHHHHH, DIOSSSSS QUE BUENOOOOOO.
Si no dejaba de gritar al final nos iban a pillar. Después de recuperarse del fabuloso orgasmo se levanto de la camilla, se puso de rodillas delante de mí y mirándome con lujuria a los ojos con una sonrisa en los labios me dijo.
     - "Ahora me toca a mi cabroncete".
Acto seguido se metió el pene lo que pudo la polla en su boca dándome un  mordisco en el glande que hizo gritar.
 - Coño, que haces? Me has hecho daño.
     - Te aguantas. También tú me has hecho daño. Me has roto el coño.
Mientras yo seguía protestando por el mordisco ella empezó a lamer y a chupar con deleite el capullo, intentando tragársela lo mas que podía, le llegaba hasta la garganta, volvía a sacarla para volvérsela a meter, a la vez que con su mano me la meneaba y me estrujaba los huevos, “joerrr”, que placer me hacía sentir la muy viciosa,  aquella chica sabía muy bien como complacer a un tío, no era precisamente una novata, ni la primera vez que lo hacía.
Uf, que gusto, estaba a punto de correrme y ella lo sabía, así que no era plan de que ella se saliera con la suya, no quería hacerlo tan pronto, deseaba que aquel encuentro durara más, no tenía la certeza si iba a poder repetir estar con ella mas veces, quizás era cosa poco probable, así que se la saque de la boca, y ella protestó.
     - Déjame que te la siga chupando, me vuelve loca tu tranca, es tan gorda y esta tan dura.
Tuve que esforzarme con algo de brusquedad para que la soltara y poder levantarla. Le di la vuelta y la puse de espaldas, hice que se inclinara sobre la camilla, esta vez la hice apoyarse boca abajo, dejando  su culito a mi merced, a la altura de mis genitales, que hermoso y redondito era aquel culito, mi intención era perforarlo pero ella se negó.
     - Ni lo sueñes, ¿que quieres tener que llevarme a urgencias con el culo roto y que se entere todo el mundo?
Decía que nunca se la habían metido por el culo y menos iba a dejar que intentara meterle pollón tan grande, que además era imposible que entrara algo tan grande por un agujero tan  estrecho como ero su culito sin rajárselo, y que además estaba de guardia y tenía que trabajar toda la noche .Así que le abrí un poco las piernas y de un golpe se la metí hasta el fondo en su rajita sin miramientos, vengándome de su malévolo e intencionado mordisco de antes, ella soltó un quejido de dolor ante mi brusquedad y suspiró con fuerza, levanto más su pompis, para ofrecerme mejor su entrada y que así la penetración fuera lo máximo de profunda, noté sus intenciones de disfrutar de un nuevo polvo, pero yo deseaba hacerla sufrir de placer así que mi mano se fue directamente a su clítoris y aunque no era una postura muy cómoda para poder acariciarla bien, se lo frotaba mientras la penetraba una y otra vez, ella intentó zafarse después de unos minutos de mete y saca para no volver a tener otro orgasmo y este iba a ser tanto o más intenso que el que había sentido antes, sintió algo de miedo sabiendo que no iba a poder aguantarse sin gritar, yo le impedí que se zafara de mis embestidas y seguí bombeando y frotando su clítoris con más fuerza y rapidez que antes, madre mía como gritaba la tía, se metía la mano en la boca para evitar que los gritos se oyeran fuera, se mordía los dedos, intentaba levantarse pero yo se lo impedía apretando su cuerpo fuerte sobre la camilla, así durante mas de cinco minutos, después de tener un orgasmo bestial el cual le hizo mearse de gusto me suplicó que la dejara descansar casi llorando.
Me salí de ella sin haber llegado al orgasmo, aun no me había corrido y me dolían los huevos de lo duros que se me habían puesto. Al verla tan cansada  pensé que ya no querría, me equivoqué, se levantó de la camilla, me miró con su mirada llorosa del placer recibido, no sabía lo que pasaba por su cabeza, seguramente estaría enfadada conmigo por haberla hecho sufrir haciendo que se corriera tantas veces seguidas, entonces me di cuenta de la meada de placer que se había pegado, en el suelo había un charco de orines.
Se abrazo a mí y me dio un beso en los labios, me beso el cuello y me dijo que nunca ningún hombre le había hecho sentir tanto placer en tan poco tiempo, ni su marido. No sabía que estaba casada, no me había dicho nada, volvió a besarme en los labios y se volvió a poner de rodillas, esta vez se la puso en la boca con dulzura y cariño, la beso, la acaricio, hizo con ella lo que quiso, durante cinco o mas minutos, mi pene fue un juguete para ella, me hizo correr con el orgasmo más dulce y placentero que había tenido hasta entonces, lo prolongó todo lo que quiso, siguió chupando y tragando mi semen hasta no dejar una sola gota en mis huevos.
Después de media hora de estar descansando, besándonos y acariciándonos, nos vestimos y salimos de aquel despacho, con el temor a que nos hubieran oído, pero nadie dio señales de vida en los pasillos. Así que llegamos a la planta  donde ella estaba de guardia y me fui a mi habitación, la persona que compartía mi habitación roncaba como un condenado y me iba a dar la noche.
Eran las dos de la mañana cuando ella entro a la habitación, se acerco a mi cama y sin mediar palabra me beso en los labios, metió su mano por debajo de las sabanas y cociéndome el pene, solo unos toques y volvía a estar duro como una piedra, ella se sorprendió, me pregunto cómo era que me excitaba tan rápido y después de lo que había pasado solo unas horas antes, le dije que solo sentir la suavidad de sus manos me ponían a mil. Ni corta ni perezosa me dijo eso había que solucionarlo.
Bajo las sabanas  comenzó a meneármelas haciéndome una paja bestial, escuchando el ronquido de mi compañero de habitación me dijo que estaba bien dormido y que por eso me iba a dar un premio especial.
Metió su cabeza bajo las sabanas, se metió mi pene en su boca, comenzó a  chupar con ganas fuerza y mucha sabiduría y me hizo llegar de nuevo al segundo orgasmo de la noche, tuve que aguantarme sin gritar respirando hondo para no despertar a mi compañero con mis gemidos. Dios que bestia era chupando, cada vez que lo recuerdo me excito, me limpió el pene con su boca hasta no dejar restos de semen, volvió a subir el pantalón del pijama a su sitio, me dio un beso de buenas noches y se fue.
Esa fue la primera aventura que tuve con ella, la primera de muchas, duro la aventura casi dos años, hasta que quedo embarazada de su primer hijo.
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