EL PATITO FEO QUE SE CONVRITÓ EN UN BELLO CISNE.
Hacía
muchos años que no la veía, Cristina era la mas pequeña de tres hermanas, su
hermana mayor estaba casada y vivía en el barrio y la otra era azafata de
vuelo, con un cuerpo te escándalo, siempre vestía muy sexi y provocaba las
miradas de deseo en los tíos cuando la veían pasar.
Cristina hacía diez años o más
que no la había visto por el barrio. Cuando la conocí tenía 14 años jugaba en el equipo de fulvito. Un año ya
comenzado el campeonato que se quedaron sin entrenador.
Siempre recordaré aquel año
el entrenador había encontrado otro club que le pagaba más y las dejo
plantadas, no se pudo encontrar a nadie que quisiera hacerse cargo del equipo y
me convencieron de que las entrenara yo hasta poder encontrar un entrenador la
temporada siguiente.
Cristina era la Benjamin del grupo, tenía
solo 14 años, era una chica muy tímida
que hablaba poco cuando le hablaba siempre escuchaba bajando la mirada. Antes
de acabar la temporada tuve que dejar de entrenar, me pillaron liado con una de
las jugadoras mayores en los vestuarios.
Después de ese incidente, en los años siguientes la
había visto alguna vez por la calle, siempre evitaba cruzarse conmigo y cuando
no podía evitarlo bajaba la mirada como avergonzada y solo me decía adiós, siempre
pensé que era por su timidez hasta años mas tarde que me confesó el porque.
Habían pasado mas de diez
años, Esa tarde la vi que subía por la misma calle que yo bajaba, Cristina ya
no era la chica tímida y vergonzosa de diez años atrás había cumplido los 26
años, caminaba balanceando su esplendido cuerpo subida en unos zapatos de tacón
de infarto, su corte de pelo era muy moderno y vestía muy sexys.
Nos saludamos con una amplia
sonrisa. Estaba muy cambiada, ya no bajaba la
mirada, miraba fijamente a los ojos, se adivinaba que bajo aquella
faldita corta y una camiseta que parecía su segunda piel de lo ajustada que le
quedaba había una hermosa mujer con un cuerpo esplendido.
Me saludó con una amplia
sonrisa, no podía evitar mirarla de arriba abajo, se había convertido en una
mujer exuberante y guapísima.
- Cristina, que guapa estás
y que cambiada, chica estas irreconocible.
Ella giró su cuerpo sobre si
mostrándome provocativa y deseable las curvas de su cuerpo.
Después de unos minutos y
contarnos algunas cosas triviales de nuestras vidas, ella tenía prisa y quedamos
para vernos otro día, me dio su numero de Mobil para que la llamara y quedar.
Durante los pocos minutos
que hablamos me confesó que trabajaba en el departamento de marketing de una
multinacional alemana y que había estado cuatros años perfeccionando el idioma
en Alemania.
Eran las siete y media, había
quedado con ella, estaba con unos amigos en una terraza cerca del puerto cuando
la volví acercarse a donde estábamos sentados
estaba radiante, caminaba como una TOP model cuando desfila por la pasarela, cimbreaba
su cuerpo y la gente la miraba, brillaba como una estrella luminosa. Si esa
tarde cuando la volví a ver iba sexi esa noche aun iba mas, se acercó a la mesa
a saludarme y los amigos que estaban conmigo no podían creérselo ni articular
palabra, quedaron embobados observando el monumento de mujer que tenían delante.
Despues de las presentaciones me perdí en su mirada, fue como caer en un pozo
profundo que no se ve el fondo.
Después
de unos minutos de charla decidimos pasear, mis amigos se detuvieron a charlar
con unas amigas y nosotros continuamos el paseo intentando despistarlos. Casi
no hablábamos, solo caminábamos y nos mirábamos, miradas penetrantes de deseo que
lo decían todo.
Me cogió del brazo y sentí su
calor y el roce de sus pechos en mi costado.
Unos metros mas adelante
tiró de mí y me condujo por una callejuela estrecha y oscura, donde perdimos el
contacto visual con mis amigos, me deje llevar como si fuera una cometa.
En un recodo de aquella
calleja en las afueras del pueblo había una pequeña plaza algo escondida, unas
flores, un par de bancos, no se veia nadie. Nos sentamos y después de hablar de
los viejos tiempos y de lo que ocurrió aquel verano ella me confesó que ella hacía
tiempo que sabía que yo estaba liado con aquella Paola. Sentados como estábamos
nos miramos a los ojos. No pude resistirme y acerqué mis labios a los suyos con
el riesgo que me rechazara y allí se acabara todo, ella no rechazo mi beso fue
un beso suave, dulcemente al principio, saboreando sus labios, hasta que
finalmente entraron en contacto nuestras lenguas que se exploraron durante unos
minutos, pequeños mordiscos y juegos nos llevaron a besos más frenéticos y
apasionados, yo acariciaba su pelo mientras ella lo hacía con mi espalda. Su
cuello era suave como si de seda se tratase, lo acaricie y luego dirigí allí
mis labios, la bese, la lamí, su respiración se empezó a agitar haciéndose más
dificultosa, de su garganta salían pequeños y casi imperceptibles gemidos.
Entonces
mis manos bajaron a sus pechos, los acariciaban sobre su vestido, notaba como sus
pezones se erizaban bajo su delicado sujetador, los acaricie, los apreté, los
estiré y los hice balancearse, sus gemidos subieron un poco de tono, y de
repente, se levantó y se sentó sobre mís rodillas de cara pasando sus piernas a
cada lado de las mías.
Ahora era ella quien llevaba
la iniciativa, llevó sus manos a su espalda y se desabrochó el sujetador, me
miró a los ojos tiernamente, mis manos bajaron los tirantes de su vestido y
también los de su sostén. Ante mí aparecieron dos hermosos y suaves pechos, con
dos pequeñas y rozadas aureolas coronadas por dos pezones algo mas oscuros ya
duros y erizados.
Mis labios se acercaron a
ellos, los besaron, mi lengua jugaba con sus pezones, los lamían, los chupaba
como si en ello me fuera la vida, su cuerpo temblaba a cada contacto de mi
lengua, yo lo besaba y chupaba, la acariciaba y ella se movía apretando sus
pechos a mi cara.
Sus manos bajaron a mi pantalón,
lucharon y vencieron a la hebilla que los sujetaba, desabotonó uno a uno los
botones de mi bragueta y su mano entro dentro de mis pantalones, acariciando mi
pene sobre mis boxer.
- Oh Dios, Cristina me matas con tus caricias.
- Tu estas consiguiendo que me derrita toda.
- Tu estas consiguiendo que me derrita toda.
Su mano siguió avanzando penetrando
bajo mi calzoncillo y tomo con dulzura mi pene ya en total erección, lo acariciaba suavemente, un dulce
y ligero vaivén de adelanta y hacía atrás. Para poder acariciarlo mejor sacó mi
pene a la luz de la luna y las estrellas mientras yo seguía besando y
mordisqueando sus pechos, entonces comenzó una lenta y rítmica masturbación. Sus
dedos se desplazaban sobre el tronco de mi pene con total maestría, jugaba con
mi glande y mis testículos y hacías que me estremeciera de placer al sentir sus
manos, alteraba el ritmo de su mano para que mi sexo no se relajara y estuviera
siempre al máximo de excitación. Yo mientras le chupaba los pezones con un
deseo desconocido para mí, con fiereza, comiéndomelos, casi mordiéndolos. Su
mano aumentaba el ritmo y yo me moría de placer.
Se bajó de mis rodillas, y me miró con una sonrisa pícara y burlona, se puso de
rodillas entre mis piernas, cuando sus labios aprisionaron mi glande creí
desmayarme de placer que sentí. Su lengua jugaba con él, recorría toda la
longitud de mi pene desde la punta hasta su unión a los testículos, los lamía
con pasión y provocaba en mí gemidos descontrolados. Sujetó mi pene por la base
con una de sus manos y lentamente lo fue engullendo hasta metérselo todo en la
boca, notaba su lengua, su paladar y las cosquillas que sus dientes hacían sobre
la sensible piel de mi pene. Mientras y debido a la postura, yo solo podía
acariciar sus pechos, y lo hacía con una pasión descontrolada, pellizcándolos
con fuerza. Su boca tragaba todo mi pene hasta la base, y luego volvía a subir muy
despacio hasta quedar solo el glande
entre sus labios, pero sin sacarlo totalmente de su boca, su lengua me volvía
loco, y lo repetía continuamente, cada vez con un ritmo mas acelerado, el
placer era imposible de aguantar sin vaciarme, cada vez más difícil de
controlar, estaba a punto de estallar y correrme en su boca, le avisé de que me
iba a correr, separó su boca de mi pene y se apartó un a un lado, sus manos
siguieron masturbándome mientras me miraba a los ojos hasta que una increíble
descarga salió de la punta de mi pene lanzando el semen a mas de un metro de
distancia, le siguieron varios chorros mas, me corrí como nunca antes lo había
hecho, los espesos chorros de semen salieron
como si de cohetes se trataran y ella mientras seguía masturbándome subiendo y
bajando con su mano desde la punta hasta tocar los testiculos, me vacié por
completo, sudaba a mares, cogió un pañuelo klinex de su bolso y dulcemente me
limpió las gotas de semen que aun quedaban en mi pene, después volvió a
meterselo en la boca y lamerlo hasta dejarlo limpio y brillante sin dejar de
mirame a los ojos.
Se oyeron las campanas del
reloj del campanario y ella al mirar su reloj.
- Joeee, es muy tarde ya,
he de irme, lo siento, he quedado con mi hermana a cenar, espero verte mañana
si tú quieres.
- Pero cómo vas a irte ahora. Aún no?, por favor, quiero hacerte el amor, no puedes irte y dejarme así.
- Pero cómo vas a irte ahora. Aún no?, por favor, quiero hacerte el amor, no puedes irte y dejarme así.
Le mostraba mi pene que aun
se mantenía al máximo de erección, le suplicaba. No me dejes así.
- Lo siento de veras cielo, ahora no puede ser, mañana, mañana haremos el amor, te lo prometo, ha sido maravilloso y mañana seguro que será mucho mejor, ten paciencia, yo también deseo hacer ekl amor contigo.
- Lo siento de veras cielo, ahora no puede ser, mañana, mañana haremos el amor, te lo prometo, ha sido maravilloso y mañana seguro que será mucho mejor, ten paciencia, yo también deseo hacer ekl amor contigo.
No seas impaciente.
Me dijo sonriendo burlonamente.
- Cristina, no podré descansar esta noche pensando en ti. Las horas hasta mañana se me harán eternas. Te necesito.
- Sé paciente, me tendrás, pero ha de ser mañana.
- Cristina, no podré descansar esta noche pensando en ti. Las horas hasta mañana se me harán eternas. Te necesito.
- Sé paciente, me tendrás, pero ha de ser mañana.
Me besó y nos fundimos en un
apasionado y húmedo beso, le costo que me separara de ella, me dijo adiós y se
fue dejándome excitado. Unos metros más allá se giró de nuevo y me lanzó un
beso.
- Espérame por la zona del puerto a media mañana.
- Espérame por la zona del puerto a media mañana.
Me dijo como despedida y se volvió a ir con paso rápido mientras yo
observaba como movía su esplendido cuerpo.
Después de esas horas
maravillosas me quede unos minutos sentado en el banco para reponerme, pensaba
en lo que había pasado unos minutos antes pero sobre todo, lo que me depararía
al día siguiente.
Tras un rato y ya mas
calmado me puse en pié, me arreglé las ropas y me fui caminando lentamente
hasta la zona del puerto donde me volvía encontrar con mis amigos.
Los rayos del sol se
filtraban por la ventana y daban directamente sobre mi cara, me desperté
perezosamente y mire el reloj, eran las 10:30 de la mañana, me había costado
conciliar el sueño y las horas había pasado rápidamente, tan solo la ritual
erección matutina me recordó que no había sido un sueño. Me levanté y decidí darme una estupenda ducha, mientras lo hacía no podía
evitar pensar en Cristina y en el cuerpo maravilloso que iba atener ese día
entre mis brazos, la erección fue inevitable, un buen desayuno terminó de
despertarme.
Me vestí rápido y bajé
paseando con paso rápido hasta el puerto donde esperaba encontrarme con
Cristina, deambule de un lado a otro, viendo los barcos que llegaban y,
aquellos que se hacían a la mar. El tiempo pasaba y no la veía por ninguna
parte, temí que no apareciera, un escalofrío de temor recorría mi pensamiento al
pensar que quizás no aparecería y no la volvería a ver.
De pronto, a lo lejos, la vi
caminar hacia donde yo me encontraba como una nube, como una nube de algodón de
las ferias, vestía un pantalón blanco inmaculado que la brisa marina agitaba al
igual que sus cabellos, su sonrisa siempre hermosa, descubrió mi presencia y me
hizo señas con la mano, esa mano que la noche anterior me había proporcionado
tanto placer.
Camine hacía ella y al encontrarnos
me besó en la comisura de los labios con un beso suave y calido, había olvidado
cual era el olor de su perfume, al estar nuevamente a su lado su fragancia me
embriagaba.
- Iremos a pasar el día a la
playa, he preparado unos bocadillos para el almuerzo, están en el coche.
Cogidos de la mano nos
dirigimos en dirección a un Renault 5 azul.
- Está bien, tú mandas, llévame
donde tu quieras.
Me llevó por una carretera de muchas curvas que bordeaba la costa, hasta
llegar a un pequeño acantilado, aparcó a un lado fuera de la carretera y me
indicó el camino que serpenteaba en dirección a la pequeña cala que se intuía
desde lo alto del acantilado. Con precaución bajamos hasta la playa, allí me
encontré con una hermosa y pequeña playa de arena grisácea donde no había nadie,
estiramos nuestras toallas y pusimos a resguardo del sol la cesta con las
bebidas y el almuerzo.
Comenzó a desnudarse hasta
quedar totalmente desnuda, como si fuera lo más natural del mundo, era como un
sueño, estaba ante mí como una ninfa, totalmente desnuda, hermosa como salida
de un cuento.
- Cierra la boca o te
entrarán moscas, jajá jajá.
Me dijo al verme embobado mirándola.
- ¿A qué esperas?, ¿no vas
a desnudarte?, aquí nadie nos molestará, podemos hacer nudismo.
Me dijo mientras yo la
miraba embelesado y algo atolondrado.
Me desnude sin apenas darme
cuenta, sin dejar de mirar su esplendido cuerpo, ella hacía lo mismo, como lo
más natural del mundo se acercó a mí y me empezó a poner protector solar, por
mi cara, mis hombros, mi pecho, por todo mi cuerpo hasta llegar a mis muslos,
sin dejar de observar mis genitales.
- Espero que esto no
aumente mucho mas, espero que seas paciente conmigo, tengo mis dudas que puedas
encajar algo tan grande entre mis piernas.
Su
apreciación me halagó, era cierto que la mayoría de las mujeres con las que
había estado siempre decían que mi pene era muy grande. Después fui yo quien le
puso el protector, repartiendo la crema por todo tu cuerpo, acariciaba sus
brazos, sus pechos, su vientre, entre sus piernas, dando a su cuerpo un color
brillante, me besó de nuevo, esta vez en los labios, fugazmente, como un
suspiro.
- Tumbémonos a tomar un
rato el sol.
Y así lo hicimos, mientras tomábamos
el sol yo la observaba, la admiraba, me la comía con la mirada. Mientras ella
disfrutaba de los rayos del sol yo me
recreaba en su cuerpo, estudiando cada centímetro de su piel, cada pliegue,
cada peca o lunar de su cuerpo, su sexo era pequeñito y totalmente rasurado.
Al cabo de un rato decidió que era un buen
momento para darnos un baño, me cogió de la mano y me llevó al mar, el agua
estaba fría pero se zambulló como una sirena, nadamos un poco pero enseguida
nos acercamos y comenzamos a besarnos, nuestros cuerpos se acariciaban entre sí
y se balanceaban al ritmo de las olas, mis manos aprisionaban sus pechos con
lujuria, su boca lamía mi cuello mientras sus manos acariciaban mi culo y hacían
que me apretará más y más a ella. Mi pene rozaba su vientre y las caricias
hacían que la temperatura de nuestros cuerpos aumentase. La apreté aún más a mí,
sus piernas se cruzaron ami cintura aprisionando mi cuerpo, sentía su sexo
sobre mi vientre, ardiente, palpitante.
Hazme el amor en la orilla, hazme el amor eternamente, como si el mundo
no existiera, como si solo quedáramos tú y yo, como si el tiempo no existiera,
como si no hubiera mañana ni ayer, tan solo el ahora. Me susurró al oído
mientras me mordía la oreja.
Así como estaba, anudada a
mi cintura, lentamente me acerqué a la orilla, donde las ligeras olas del mar
rompían con la arena, suavemente apoyé su espalda sobre la arena, la miré a los
ojos y la bese, la bese como si la vida me fuera en ello.
Sus manos empezaron a acariciar
mi sexo ya erecto, una mano masajeaba el pene y la otra los testículos, las
mías jugaban con el suyo, acariciaba sus labios mayores, acariciándolos de
arriba abajo, despacito y muy suavemente, como separando los pétalos de una
hermosa y delicada flor, después acaricie sus labios menores más sensibles y
rosados, para por fin llegar y acariciar su clítoris ya prominente.
Me separé de ella, y baje mi
rostro por su vientre hasta alcanzar su sexo, su olor penetrante me emborrachaba,
bajé mis labios a su sexo y lo bese, me gustaba su sabor, los fluidos de hembra
eN celo mezclado con el sabor salado del agua del mar, jugué con mi lengua a
abrir sus labios vaginales y con mi lengua froté y acaricié su clítoris,
primero de arriba y abajo, luego en círculos, atrapé su clítoris con mis labios
mientras lo acariciaba y lo lamía con la lengua, arqueo su cuerpo y sus piernas
se cerraron sobre mi cara, sus gemidos eran maravillosos, la humedad de su sexo
cada vez era mayor.
Deje
de besarlo y mi dedo índice se aproximó a la entrada de s rajita, mientras mis
labios y mi lengua se entretenía con su botoncito mágico, mi dedo comenzaba a
penetrar despacio, lentamente, haciendo círculos mientras entraba y rozando
todas las paredes de su rajita, le penetró hasta el fondo y de su garganta
salió un ronco gemido de placer, a mi dedo índice le siguió el dedo corazón y
mas tarde el anular, presione con ellos hacia su pelvis y sus gemidos
aumentaron, cada vez el ritmo con el que mis dedos la penetraban era mayor y cada
vez faltaba menos para que su cuerpo estallara como un volcán en erupción. Unas
contracciones de su vientre y de sus muslos me anunciaban lo que tanto ansiaba,
su orgasmo. Lamí y bebí con fruición la humedad que manaba de su rajita, como
si estuviera en medio del desierto sin beber en varios días.
Mientras su cuerpo temblaba
levanté mi cara de entre sus piernas y la mire, estaba sudorosa y con las
mejillas enrojecidas, pero con una sonrisa de placer enorme en su cara. Me
acerqué a su rostro y la bese depositando en sus labios el sabor de su
intimidad, ella se giró sobre mi cuerpo y quedó encima sobre mí cuerpo.
Lamia mi pecho mordisqueando
mis tetillas, su mano bajó por mi vientre hasta alcanzar mi pene que se
encontraba en máxima erección, se puso de cuclillas sobre mis piernas, aproximó
mi pene a la entrada de su húmeda rajita y lentamente con algún gesto de dolor se
fue dejando caer, penetrándose dulcemente, con los ojos cerrados y mordiendo
sus labios saboreando como entraba cada
centímetro de mi pene en su interior, hasta que la penetración fue completa y
los labios de su sexo se apretaban a mis testículos, se quedó unos segundos
completamente quieta con los ojos cerrados y su cuerpo arqueado hacia atrás, me
daba suaves golpes de riñones que aplastaban mis testículos, mientras en su
rostro se notaba que disfrutaba de esa sensación, luego poco a poco comenzó a
moverte, arriba y abajo, haciendo círculos a la vez, marcando el ritmo,
llevando las riendas de la penetración y cabalgando como una experta amazona
sobre mi pene. Así pasamos algunos minutos, ella me llevaba al extremo del
placer, estaba a punto de eyacular, ella se paraba y me impedía terminar, para
continuar nuevamente, era un dulce martirio.
Cuando ella ya estaba a punto de volver a correrse, aceleró el ritmo de la penetración, me cabalgaba como si fuera al
galope tendido por una pradera.
- Ohh Dios!, Ohh Dios!,
que placer, me voy a correr, corretee conmigo, intentemos llegar los dos a la
vez, mi vida Ohhh
- Si cielo, los dos a la
vez, yo también me voy a correr, ufff. Diosssssss Siiiii.
Como dos animales en celo,
locos de pasión y lujuria llegamos al orgasmo los dos al mismo tiempo, y como
dos cuerpos desmadejados, pero unidos, nos dejamos desfallecer sobre la arena
mojada, ella aplastada sobre mi cuerpo.
Después de reponernos de ese
primer orgasmo conjunto volvimos a hacerlo, esta vez ella debajo y de nuevo
explotamos los dos a la vez, su estrecha rajita no podia retener el semen que
depositaba en su interior y salía por los pliegues de sus sexo cuando comprimía
su sexo sobre mi pene.
Cuando nos repusimos de ese
nuevo orgasmo decidimos reponer fuerzas y para ello almorzamos unos bocadillos
que había preparado ella con unas cervecitas que previamente yo había colocado
en un recodo junto a una piedra y estaban fresquitas, después de tan larga
mañana de sexo había hambre.
- Después de tanto hacer
el amor me han entrado ganas de comer.
.Decía con esa hermosa
sonrisa suya.
Tras el almuerzo paseamos un
rato los dos desnudos cogidos de la mano por la pequeña playita, siempre viene
bien para hacer la digestión, así, durante un buen rato, pasamos el rato
caminando y charlando de trivialidades.
Antes de volver a meternos
en el agua ella me confesó que cuando me vio la primera vez besarme con Paola
en el vestuario deseo estar en su lugar y que durante mucho tiempo deseo que
fuera yo el primer hombre de su vida, al que entregara su virginidad aunque no
pudo ser y pasados unos años había hecho realidad el sueño de hacer el amor
conmigo.
Volvimos
a la playa.
- Vamos
al agua, me apetece un chapuzón.
Volvió a decir y nadamos y
jugamos durante un rato en las aguas de aquel mar maravilloso que tanto añoraba
durante los años que permaneció en Alemania. Fui el primero en salir del agua,
me tumbe sobre la arena y me dedique a ver las tonterías que ella seguía
haciendo en el agua.
A los pocos minutos salía
ella, como si de una sirena se tratase, hermosa, altiva, serena. Se tumbó sobre
mí y me besó, sus besos sabían a mar. Nuestros cuerpos rodaron por la playa,
rebozándonos en la arena pero sin separar un milímetro nuestros labios.
Y todo comenzó de nuevo, los
juegos, las caricias, la pasión, la entrega absoluta. Sus pechos bailaban siguiendo
un ritmo acompasado, sus caderas se movían como si hubieran sido creadas solo
para hacer el amor, su sexo me inundaba, me exprimía, mi pene era absorbido por
su rajita, oprimido contra las paredes de su sexo, oprimiéndolo en un
acompasado balanceo. Las penetraciones eran largas, profundas y cálidas,
gemidos, jadeos, lamentos, susurros. Así se nos pasó el día.
Tuvimos que volver, era
tarde ya. Decidimos vernos después de la cena ya que ella debía cenar en casa
de su otra hermana esa noche, quedamos en la terraza junto al puerto.
A las 23:00 coincidimos en
el lugar acordado el lugar estaba muy concurrido mientras saboreábamos una
bebida su mirada era triste.
- Mañana me voy. Me dijo
en un aparte.
- Vámonos de aquí,
escapémonos a un sitio donde podamos estar solos.
Su sonrisa, su hermosa sonrisa de esa mañana había desaparecido, como
esa forma suya tan graciosa de apartarte los mechones de pelo que le caían
sobre la cara cuando los movía el aire.
Nos escabullimos por una
callejuela agarrados de la cintura atravesamos el puerto en dirección al
espigón, allí, abrazados contemplamos las estrellas y las olas que rompían embravecidas
contra las rocas.
Nuestras bocas se buscaban,
teníamos ansiedad el uno del otro, su saliva saciaba mi sed, nuestras lenguas
batallaban como si de espadas se tratase. Se puso en pie y lentamente metió sus
manos bajo el vestido y se quitó las inmaculadas y minúsculas braguitas blancas.
Sin palabras y sin dejar de mirarme desabotonó mi pantalón y me lo bajó junto
con mis calzoncillos, se sentó sobre mí. Sus manos aprisionaron mi pene, sus
dedos lo recorrían de arriba abajo como esa primera vez en la pequeña plaza,
comenzó a masturbarme como nunca nadie
lo ha hecho. Mis manos mientras acariciaban su hermoso culo bajo su vestido, me
acariciaba intensamente, yo notaba su sexo palpitante y húmedo.
Acercó su boca al mástil en
que se había convertido mi pene y lo engulló como si la vida le fuera en ello,
empapándome con su saliva que caía por las comisuras de sus labios que goteaban
sobre mis testículos, lamía y besaba con frenesí, con glotonería, hacía que me
volviera loco, que perdiera la noción de todo.
Con mis manos en su cabeza la
separé de mi pene ya totalmente lubricado de saliva con una imponente erección.
La bese, le lamí el cuello y también los pechos, no llevaba sujetador, tampoco
lo necesitaba, sus pechos se mantenían erectos sin necesidad de que ninguna
prenda los aguantara, los besé y chupé sus pezones como si volviera a ser un
niño. Mientras ella levantando un poco sus caderas, con una de su mano
izquierda abrió su sexo y con la otra aproximó el pene a la entrada de tu
rajita. Muy despacito se fue dejando caer y yo fui empujando mis caderas,
disfrutando de la presión que su sexo ejercía sobre el mío, hasta que el pene
estuvo completamente dentro de su estrecha rajita. Asi sentados le hice el amor
como un loco, como si fuera el día del juicio final (porque lo cierto, era que
para mí, era como si lo fuese), la empalé como nunca antes lo había hecho con
ninguna otra mujer, la levantaba y la dejaba bajar hasta que mi pene entraba
completamente y volvía a salír casi por completo, el ritmo era rápido, y cada
vez iba a más, hasta llegar a ser casi infernal. Ella gemía apretada a mi
cuerpo, sus pechos se aplastaban sobre mi cara, casi gritaba, y yo continuaba
penetrándola sin descanso, sin tregua, sus orgasmos empapaban mis muslos de
fluidos de sus corridas, había tenido ya varios orgasmos y mi pene seguía
perforándola, ahondando cada ves mas en su interior, hasta que los dos de nuevo
llegamos a un orgasmo los dos al mismo tiempo mas que gemidos fueron aullidos
como animales heridos, y con la respiración ahogada, el placer nos inundó por
completo hasta quedar desfallecidos apretados el uno contra el otro. Quedamos
completamente exhaustos, su cuerpo sobre el mío, y yo aún dentro de ella.
Jamás he vuelto a hacer el
amor como aquel día, jamás he encontrado una mujer que me haga sentir el placer
que me izo sentir Cristina, aquella niña tímida que bajaba la mirada cuando le
hablaba a los 14 años.
Se había hecho muy tarde, ella
me había dicho que al día siguiente tenía que madrugar para coger un vuelo que
la llevaría de nuevo a las oficinas de la multinacional en Alemania, era el
momento de decirnos adiós, aunque ninguno de los dos quería hacerlo.
- No te despidas de mí, no
me gustan las despedidas, tan solo un “hasta luego” o un “ya nos veremos”, pero
nada más.
Fueron sus últimas palabras,
me besó por última vez, con los ojos húmedos y brillantes, se dio la vuelta y
caminó calle abajo, sin volver la vista atrás, sin dejarme decirle nada, aunque
poco o nada había que decir.
Y ese fue el final, nunca
volvimos a vernos.
Hoy cuando me decido a
publicar este relato han pasado mas de veinte años, la recuerdo con algo de melancolía,
quizás este casada y con familia , pero mis recuerdos de aquellos dos días son
imborrables, aun hoy se me eriza el vello cuando lo pienso.
Mientras
acabo este relato estoy sentado nuevamente en este espigón donde hicimos el
amor por última vez, donde nos dimos el ultimo beso y el último lugar donde
disfruté de la caricia de su mirada.