Los relatos publicados en este blog son el recopilatorio de historias y situaciones vividas durante parte de mi vida. Durante algún tiempo me he sentido culpable de alguna de mis relaciones antes de leer en este medio que hay mucha gente con historias similares o parecidas. Mi primera relación de sexo fue antes de cumplir los quince años, la ultima hace unos meses. Algunos de los relatos os parecerán inventados y no os culpo si no habéis vivido alguna situación similar o parecida.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Una chica muy timida a los 14 años


EL PATITO FEO QUE SE CONVRITÓ EN UN BELLO CISNE.
Hacía muchos años que no la veía, Cristina era la mas pequeña de tres hermanas, su hermana mayor estaba casada y vivía en el barrio y la otra era azafata de vuelo, con un cuerpo te escándalo, siempre vestía muy sexi y provocaba las miradas de deseo en los tíos cuando la veían pasar.

Cristina hacía diez años o más que no la había visto por el barrio. Cuando la conocí tenía 14 años  jugaba en el equipo de fulvito. Un año ya comenzado el campeonato que se quedaron sin entrenador.
Siempre recordaré aquel año el entrenador había encontrado otro club que le pagaba más y las dejo plantadas, no se pudo encontrar a nadie que quisiera hacerse cargo del equipo y me convencieron de que las entrenara yo hasta poder encontrar un entrenador la temporada siguiente.
Cristina era la Benjamin del grupo, tenía solo 14 años,  era una chica muy tímida que hablaba poco cuando le hablaba siempre escuchaba bajando la mirada. Antes de acabar la temporada tuve que dejar de entrenar, me pillaron liado con una de las jugadoras mayores en los vestuarios.
Después  de ese incidente, en los años siguientes la había visto alguna vez por la calle, siempre evitaba cruzarse conmigo y cuando no podía evitarlo bajaba la mirada como avergonzada y solo me decía adiós, siempre pensé que era por su timidez hasta años mas tarde que me confesó el porque.
Habían pasado mas de diez años, Esa tarde la vi que subía por la misma calle que yo bajaba, Cristina ya no era la chica tímida y vergonzosa de diez años atrás había cumplido los 26 años, caminaba balanceando su esplendido cuerpo subida en unos zapatos de tacón de infarto, su corte de pelo era muy moderno y vestía muy sexys.
Nos saludamos con una amplia sonrisa. Estaba muy cambiada, ya no bajaba la  mirada, miraba fijamente a los ojos, se adivinaba que bajo aquella faldita corta y una camiseta que parecía su segunda piel de lo ajustada que le quedaba había una hermosa mujer con un cuerpo esplendido.
Me saludó con una amplia sonrisa, no podía evitar mirarla de arriba abajo, se había convertido en una mujer exuberante y guapísima.

- Cristina, que guapa estás y que cambiada, chica estas irreconocible.

Ella giró su cuerpo sobre si mostrándome provocativa y deseable las curvas de su cuerpo.
Después de unos minutos y contarnos algunas cosas triviales de nuestras vidas, ella tenía prisa y quedamos para vernos otro día, me dio su numero de Mobil para que la llamara y quedar.
Durante los pocos minutos que hablamos me confesó que trabajaba en el departamento de marketing de una multinacional alemana y que había estado cuatros años perfeccionando el idioma en Alemania.

Eran las siete y media, había quedado con ella, estaba con unos amigos en una terraza cerca del puerto cuando la volví acercarse a  donde estábamos sentados estaba radiante, caminaba como una TOP model cuando desfila por la pasarela, cimbreaba su cuerpo y la gente la miraba, brillaba como una estrella luminosa. Si esa tarde cuando la volví a ver iba sexi esa noche aun iba mas, se acercó a la mesa a saludarme y los amigos que estaban conmigo no podían creérselo ni articular palabra, quedaron embobados observando el monumento de mujer que tenían delante. Despues de las presentaciones me perdí en su mirada, fue como caer en un pozo profundo que no se ve el fondo.
Después de unos minutos de charla decidimos pasear, mis amigos se detuvieron a charlar con unas amigas y nosotros continuamos el paseo intentando despistarlos. Casi no hablábamos, solo caminábamos y nos mirábamos, miradas penetrantes de deseo que lo decían todo.
Me cogió del brazo y sentí su calor y el roce de sus pechos en mi costado.
Unos metros mas adelante tiró de mí y me condujo por una callejuela estrecha y oscura, donde perdimos el contacto visual con mis amigos, me deje llevar como si fuera una cometa.
En un recodo de aquella calleja en las afueras del pueblo había una pequeña plaza algo escondida, unas flores, un par de bancos, no se veia nadie. Nos sentamos y después de hablar de los viejos tiempos y de lo que ocurrió aquel verano ella me confesó que ella hacía tiempo que sabía que yo estaba liado con aquella Paola. Sentados como estábamos nos miramos a los ojos. No pude resistirme y acerqué mis labios a los suyos con el riesgo que me rechazara y allí se acabara todo, ella no rechazo mi beso fue un beso suave, dulcemente al principio, saboreando sus labios, hasta que finalmente entraron en contacto nuestras lenguas que se exploraron durante unos minutos, pequeños mordiscos y juegos nos llevaron a besos más frenéticos y apasionados, yo acariciaba su pelo mientras ella lo hacía con mi espalda. Su cuello era suave como si de seda se tratase, lo acaricie y luego dirigí allí mis labios, la bese, la lamí, su respiración se empezó a agitar haciéndose más dificultosa, de su garganta salían pequeños y casi imperceptibles gemidos.
Entonces mis manos bajaron a sus pechos, los acariciaban sobre su vestido, notaba como sus pezones se erizaban bajo su delicado sujetador, los acaricie, los apreté, los estiré y los hice balancearse, sus gemidos subieron un poco de tono, y de repente, se levantó y se sentó sobre mís rodillas de cara pasando sus piernas a cada lado de las mías.
Ahora era ella quien llevaba la iniciativa, llevó sus manos a su espalda y se desabrochó el sujetador, me miró a los ojos tiernamente, mis manos bajaron los tirantes de su vestido y también los de su sostén. Ante mí aparecieron dos hermosos y suaves pechos, con dos pequeñas y rozadas aureolas coronadas por dos pezones algo mas oscuros ya duros y erizados.
Mis labios se acercaron a ellos, los besaron, mi lengua jugaba con sus pezones, los lamían, los chupaba como si en ello me fuera la vida, su cuerpo temblaba a cada contacto de mi lengua, yo lo besaba y chupaba, la acariciaba y ella se movía apretando sus pechos a mi cara.
Sus manos bajaron a mi pantalón, lucharon y vencieron a la hebilla que los sujetaba, desabotonó uno a uno los botones de mi bragueta y su mano entro dentro de mis pantalones, acariciando mi pene sobre mis boxer.
- Oh Dios, Cristina me matas con tus caricias.
- Tu estas consiguiendo que me derrita toda.
Su mano siguió avanzando penetrando bajo mi calzoncillo y tomo con dulzura mi pene ya en total  erección, lo acariciaba suavemente, un dulce y ligero vaivén de adelanta y hacía atrás. Para poder acariciarlo mejor sacó mi pene a la luz de la luna y las estrellas mientras yo seguía besando y mordisqueando sus pechos, entonces comenzó una lenta y rítmica masturbación. Sus dedos se desplazaban sobre el tronco de mi pene con total maestría, jugaba con mi glande y mis testículos y hacías que me estremeciera de placer al sentir sus manos, alteraba el ritmo de su mano para que mi sexo no se relajara y estuviera siempre al máximo de excitación. Yo mientras le chupaba los pezones con un deseo desconocido para mí, con fiereza, comiéndomelos, casi mordiéndolos. Su mano aumentaba el ritmo y yo me moría de placer.
Se bajó de mis rodillas, y me miró con una sonrisa pícara y burlona, se puso de rodillas entre mis piernas, cuando sus labios aprisionaron mi glande creí desmayarme de placer que sentí. Su lengua jugaba con él, recorría toda la longitud de mi pene desde la punta hasta su unión a los testículos, los lamía con pasión y provocaba en mí gemidos descontrolados. Sujetó mi pene por la base con una de sus manos y lentamente lo fue engullendo hasta metérselo todo en la boca, notaba su lengua, su paladar y las cosquillas que sus dientes hacían sobre la sensible piel de mi pene. Mientras y debido a la postura, yo solo podía acariciar sus pechos, y lo hacía con una pasión descontrolada, pellizcándolos con fuerza. Su boca tragaba todo mi pene hasta la base, y luego volvía a subir muy despacio hasta quedar solo el  glande entre sus labios, pero sin sacarlo totalmente de su boca, su lengua me volvía loco, y lo repetía continuamente, cada vez con un ritmo mas acelerado, el placer era imposible de aguantar sin vaciarme, cada vez más difícil de controlar, estaba a punto de estallar y correrme en su boca, le avisé de que me iba a correr, separó su boca de mi pene y se apartó un a un lado, sus manos siguieron masturbándome mientras me miraba a los ojos hasta que una increíble descarga salió de la punta de mi pene lanzando el semen a mas de un metro de distancia, le siguieron varios chorros mas, me corrí como nunca antes lo había hecho, los  espesos chorros de semen salieron como si de cohetes se trataran y ella mientras seguía masturbándome subiendo y bajando con su mano desde la punta hasta tocar los testiculos, me vacié por completo, sudaba a mares, cogió un pañuelo klinex de su bolso y dulcemente me limpió las gotas de semen que aun quedaban en mi pene, después volvió a meterselo en la boca y lamerlo hasta dejarlo limpio y brillante sin dejar de mirame a los ojos.
Se oyeron las campanas del reloj del campanario y ella al mirar su reloj.
- Joeee, es muy tarde ya, he de irme, lo siento, he quedado con mi hermana a cenar, espero verte mañana si tú quieres.
- Pero cómo vas a irte ahora. Aún no?, por favor, quiero hacerte el amor, no puedes irte y dejarme así.
Le mostraba mi pene que aun se mantenía al máximo de erección, le suplicaba. No me dejes así.
- Lo siento de veras cielo, ahora no puede ser, mañana, mañana haremos el amor, te lo prometo, ha sido maravilloso y mañana seguro que será mucho mejor, ten paciencia, yo también deseo hacer ekl amor contigo.
No seas impaciente. 
Me dijo sonriendo burlonamente.
- Cristina, no podré descansar esta noche pensando en ti. Las horas hasta mañana se me harán eternas. Te necesito.
- Sé paciente, me tendrás, pero ha de ser mañana.
Me besó y nos fundimos en un apasionado y húmedo beso, le costo que me separara de ella, me dijo adiós y se fue dejándome excitado. Unos metros más allá se giró de nuevo y me lanzó un beso.
- Espérame por la zona del puerto a media mañana.
Me dijo como despedida y se volvió a ir con paso rápido mientras yo observaba como movía su esplendido cuerpo.
 Después de esas horas maravillosas me quede unos minutos sentado en el banco para reponerme, pensaba en lo que había pasado unos minutos antes pero sobre todo, lo que me depararía al día siguiente.
Tras un rato y ya mas calmado me puse en pié, me arreglé las ropas y me fui caminando lentamente hasta la zona del puerto donde me volvía encontrar con mis amigos.
Los rayos del sol se filtraban por la ventana y daban directamente sobre mi cara, me desperté perezosamente y mire el reloj, eran las 10:30 de la mañana, me había costado conciliar el sueño y las horas había pasado rápidamente, tan solo la ritual erección matutina me recordó que no había sido un sueño. Me levanté y decidí  darme  una  estupenda ducha, mientras lo hacía no podía evitar pensar en Cristina y en el cuerpo maravilloso que iba atener ese día entre mis brazos, la erección fue inevitable, un buen desayuno terminó de despertarme.
Me vestí rápido y bajé paseando con paso rápido hasta el puerto donde esperaba encontrarme con Cristina, deambule de un lado a otro, viendo los barcos que llegaban y, aquellos que se hacían a la mar. El tiempo pasaba y no la veía por ninguna parte, temí que no apareciera, un escalofrío de temor recorría mi pensamiento al pensar que quizás no aparecería y no la volvería a ver.
De pronto, a lo lejos, la vi caminar hacia donde yo me encontraba como una nube, como una nube de algodón de las ferias, vestía un pantalón blanco inmaculado que la brisa marina agitaba al igual que sus cabellos, su sonrisa siempre hermosa, descubrió mi presencia y me hizo señas con la mano, esa mano que la noche anterior me había proporcionado tanto placer.
Camine hacía ella y al encontrarnos me besó en la comisura de los labios con un beso suave y calido, había olvidado cual era el olor de su perfume, al estar nuevamente a su lado su fragancia me embriagaba.
- Iremos a pasar el día a la playa, he preparado unos bocadillos para el almuerzo, están en el coche. 
Cogidos de la mano nos dirigimos en dirección a un Renault 5 azul.
- Está bien, tú mandas, llévame donde tu quieras.
Me llevó por una carretera de muchas curvas que bordeaba la costa, hasta llegar a un pequeño acantilado, aparcó a un lado fuera de la carretera y me indicó el camino que serpenteaba en dirección a la pequeña cala que se intuía desde lo alto del acantilado. Con precaución bajamos hasta la playa, allí me encontré con una hermosa y pequeña playa de arena grisácea donde no había nadie, estiramos nuestras toallas y pusimos a resguardo del sol la cesta con las bebidas y el almuerzo.
Comenzó a desnudarse hasta quedar totalmente desnuda, como si fuera lo más natural del mundo, era como un sueño, estaba ante mí como una ninfa, totalmente desnuda, hermosa como salida de un cuento.
- Cierra la boca o te entrarán moscas, jajá jajá.
Me dijo al verme embobado mirándola.
- ¿A qué esperas?, ¿no vas a desnudarte?, aquí nadie nos molestará, podemos hacer nudismo.
Me dijo mientras yo la miraba embelesado y algo atolondrado.
Me desnude sin apenas darme cuenta, sin dejar de mirar su esplendido cuerpo, ella hacía lo mismo, como lo más natural del mundo se acercó a mí y me empezó a poner protector solar, por mi cara, mis hombros, mi pecho, por todo mi cuerpo hasta llegar a mis muslos, sin dejar de observar mis genitales.
- Espero que esto no aumente mucho mas, espero que seas paciente conmigo, tengo mis dudas que puedas encajar algo tan grande entre mis piernas.
Su apreciación me halagó, era cierto que la mayoría de las mujeres con las que había estado siempre decían que mi pene era muy grande. Después fui yo quien le puso el protector, repartiendo la crema por todo tu cuerpo, acariciaba sus brazos, sus pechos, su vientre, entre sus piernas, dando a su cuerpo un color brillante, me besó de nuevo, esta vez en los labios, fugazmente, como un suspiro.
- Tumbémonos a tomar un rato el sol.
Y así lo hicimos, mientras tomábamos el sol yo la observaba, la admiraba, me la comía con la mirada. Mientras ella disfrutaba de los rayos del sol  yo me recreaba en su cuerpo, estudiando cada centímetro de su piel, cada pliegue, cada peca o lunar de su cuerpo, su sexo era pequeñito y totalmente rasurado.
 Al cabo de un rato decidió que era un buen momento para darnos un baño, me cogió de la mano y me llevó al mar, el agua estaba fría pero se zambulló como una sirena, nadamos un poco pero enseguida nos acercamos y comenzamos a besarnos, nuestros cuerpos se acariciaban entre sí y se balanceaban al ritmo de las olas, mis manos aprisionaban sus pechos con lujuria, su boca lamía mi cuello mientras sus manos acariciaban mi culo y hacían que me apretará más y más a ella. Mi pene rozaba su vientre y las caricias hacían que la temperatura de nuestros cuerpos aumentase. La apreté aún más a mí, sus piernas se cruzaron ami cintura aprisionando mi cuerpo, sentía su sexo sobre mi vientre, ardiente, palpitante.

Hazme el amor en la orilla, hazme el amor eternamente, como si el mundo no existiera, como si solo quedáramos tú y yo, como si el tiempo no existiera, como si no hubiera mañana ni ayer, tan solo el ahora. Me susurró al oído mientras me mordía la oreja.
Así como estaba, anudada a mi cintura, lentamente me acerqué a la orilla, donde las ligeras olas del mar rompían con la arena, suavemente apoyé su espalda sobre la arena, la miré a los ojos y la bese, la bese como si la vida me fuera en ello.
Sus manos empezaron a acariciar mi sexo ya erecto, una mano masajeaba el pene y la otra los testículos, las mías jugaban con el suyo, acariciaba sus labios mayores, acariciándolos de arriba abajo, despacito y muy suavemente, como separando los pétalos de una hermosa y delicada flor, después acaricie sus labios menores más sensibles y rosados, para por fin llegar y acariciar su clítoris ya prominente.
Me separé de ella, y baje mi rostro por su vientre hasta alcanzar su sexo, su olor penetrante me emborrachaba, bajé mis labios a su sexo y lo bese, me gustaba su sabor, los fluidos de hembra eN celo mezclado con el sabor salado del agua del mar, jugué con mi lengua a abrir sus labios vaginales y con mi lengua froté y acaricié su clítoris, primero de arriba y abajo, luego en círculos, atrapé su clítoris con mis labios mientras lo acariciaba y lo lamía con la lengua, arqueo su cuerpo y sus piernas se cerraron sobre mi cara, sus gemidos eran maravillosos, la humedad de su sexo cada vez era mayor.
Deje de besarlo y mi dedo índice se aproximó a la entrada de s rajita, mientras mis labios y mi lengua se entretenía con su botoncito mágico, mi dedo comenzaba a penetrar despacio, lentamente, haciendo círculos mientras entraba y rozando todas las paredes de su rajita, le penetró hasta el fondo y de su garganta salió un ronco gemido de placer, a mi dedo índice le siguió el dedo corazón y mas tarde el anular, presione con ellos hacia su pelvis y sus gemidos aumentaron, cada vez el ritmo con el que mis dedos la penetraban era mayor y cada vez faltaba menos para que su cuerpo estallara como un volcán en erupción. Unas contracciones de su vientre y de sus muslos me anunciaban lo que tanto ansiaba, su orgasmo. Lamí y bebí con fruición la humedad que manaba de su rajita, como si estuviera en medio del desierto sin beber en varios días.
Mientras su cuerpo temblaba levanté mi cara de entre sus piernas y la mire, estaba sudorosa y con las mejillas enrojecidas, pero con una sonrisa de placer enorme en su cara. Me acerqué a su rostro y la bese depositando en sus labios el sabor de su intimidad, ella se giró sobre mi cuerpo y quedó encima sobre mí cuerpo.
Lamia mi pecho mordisqueando mis tetillas, su mano bajó por mi vientre hasta alcanzar mi pene que se encontraba en máxima erección, se puso de cuclillas sobre mis piernas, aproximó mi pene a la entrada de su húmeda rajita y lentamente con algún gesto de dolor se fue dejando caer, penetrándose dulcemente, con los ojos cerrados y mordiendo sus labios saboreando como  entraba cada centímetro de mi pene en su interior, hasta que la penetración fue completa y los labios de su sexo se apretaban a mis testículos, se quedó unos segundos completamente quieta con los ojos cerrados y su cuerpo arqueado hacia atrás, me daba suaves golpes de riñones que aplastaban mis testículos, mientras en su rostro se notaba que disfrutaba de esa sensación, luego poco a poco comenzó a moverte, arriba y abajo, haciendo círculos a la vez, marcando el ritmo, llevando las riendas de la penetración y cabalgando como una experta amazona sobre mi pene. Así pasamos algunos minutos, ella me llevaba al extremo del placer, estaba a punto de eyacular, ella se paraba y me impedía terminar, para continuar nuevamente, era un dulce martirio.
Cuando ella ya estaba a punto de volver a correrse, aceleró el ritmo de la  penetración, me cabalgaba como si fuera al galope tendido por una pradera.

- Ohh Dios!, Ohh Dios!, que placer, me voy a correr, corretee conmigo, intentemos llegar los dos a la vez, mi vida Ohhh
- Si cielo, los dos a la vez, yo también me voy a correr, ufff. Diosssssss Siiiii.
Como dos animales en celo, locos de pasión y lujuria llegamos al orgasmo los dos al mismo tiempo, y como dos cuerpos desmadejados, pero unidos, nos dejamos desfallecer sobre la arena mojada, ella aplastada sobre mi cuerpo.
Después de reponernos de ese primer orgasmo conjunto volvimos a hacerlo, esta vez ella debajo y de nuevo explotamos los dos a la vez, su estrecha rajita no podia retener el semen que depositaba en su interior y salía por los pliegues de sus sexo cuando comprimía su sexo sobre mi pene.
Cuando nos repusimos de ese nuevo orgasmo decidimos reponer fuerzas y para ello almorzamos unos bocadillos que había preparado ella con unas cervecitas que previamente yo había colocado en un recodo junto a una piedra y estaban fresquitas, después de tan larga mañana de sexo había hambre.
- Después de tanto hacer el amor  me han entrado ganas de comer.
.Decía con esa hermosa sonrisa suya.
Tras el almuerzo paseamos un rato los dos desnudos cogidos de la mano por la pequeña playita, siempre viene bien para hacer la digestión, así, durante un buen rato, pasamos el rato caminando y charlando de trivialidades.
Antes de volver a meternos en el agua ella me confesó que cuando me vio la primera vez besarme con Paola en el vestuario deseo estar en su lugar y que durante mucho tiempo deseo que fuera yo el primer hombre de su vida, al que entregara su virginidad aunque no pudo ser y pasados unos años había hecho realidad el sueño de hacer el amor conmigo.
Volvimos a la playa.
- Vamos al agua, me apetece un chapuzón.
Volvió a decir y nadamos y jugamos durante un rato en las aguas de aquel mar maravilloso que tanto añoraba durante los años que permaneció en Alemania. Fui el primero en salir del agua, me tumbe sobre la arena y me dedique a ver las tonterías que ella seguía haciendo en el agua.
A los pocos minutos salía ella, como si de una sirena se tratase, hermosa, altiva, serena. Se tumbó sobre mí y me besó, sus besos sabían a mar. Nuestros cuerpos rodaron por la playa, rebozándonos en la arena pero sin separar un milímetro nuestros labios.
Y todo comenzó de nuevo, los juegos, las caricias, la pasión, la entrega absoluta. Sus pechos bailaban siguiendo un ritmo acompasado, sus caderas se movían como si hubieran sido creadas solo para hacer el amor, su sexo me inundaba, me exprimía, mi pene era absorbido por su rajita, oprimido contra las paredes de su sexo, oprimiéndolo en un acompasado balanceo. Las penetraciones eran largas, profundas y cálidas, gemidos, jadeos, lamentos, susurros. Así se nos pasó el día.
Tuvimos que volver, era tarde ya. Decidimos vernos después de la cena ya que ella debía cenar en casa de su otra hermana esa noche, quedamos en la terraza junto al puerto.
A las 23:00 coincidimos en el lugar acordado el lugar estaba muy concurrido mientras saboreábamos una bebida su mirada era triste.
- Mañana me voy. Me dijo en un aparte.
- Vámonos de aquí, escapémonos a un sitio donde podamos estar solos.
 Su sonrisa, su hermosa sonrisa de esa mañana había desaparecido, como esa forma suya tan graciosa de apartarte los mechones de pelo que le caían sobre la cara cuando los movía el aire.
Nos escabullimos por una callejuela agarrados de la cintura atravesamos el puerto en dirección al espigón, allí, abrazados contemplamos las estrellas y las olas que rompían embravecidas contra las rocas.
Nuestras bocas se buscaban, teníamos ansiedad el uno del otro, su saliva saciaba mi sed, nuestras lenguas batallaban como si de espadas se tratase. Se puso en pie y lentamente metió sus manos bajo el vestido y se quitó las inmaculadas y minúsculas braguitas blancas. Sin palabras y sin dejar de mirarme desabotonó mi pantalón y me lo bajó junto con mis calzoncillos, se sentó sobre mí. Sus manos aprisionaron mi pene, sus dedos lo recorrían de arriba abajo como esa primera vez en la pequeña plaza, comenzó a  masturbarme como nunca nadie lo ha hecho. Mis manos mientras acariciaban su hermoso culo bajo su vestido, me acariciaba intensamente, yo notaba su sexo palpitante y húmedo.
Acercó su boca al mástil en que se había convertido mi pene y lo engulló como si la vida le fuera en ello, empapándome con su saliva que caía por las comisuras de sus labios que goteaban sobre mis testículos, lamía y besaba con frenesí, con glotonería, hacía que me volviera loco, que perdiera la noción de todo.
Con mis manos en su cabeza la separé de mi pene ya totalmente lubricado de saliva con una imponente erección. La bese, le lamí el cuello y también los pechos, no llevaba sujetador, tampoco lo necesitaba, sus pechos se mantenían erectos sin necesidad de que ninguna prenda los aguantara, los besé y chupé sus pezones como si volviera a ser un niño. Mientras ella levantando un poco sus caderas, con una de su mano izquierda abrió su sexo y con la otra aproximó el pene a la entrada de tu rajita. Muy despacito se fue dejando caer y yo fui empujando mis caderas, disfrutando de la presión que su sexo ejercía sobre el mío, hasta que el pene estuvo completamente dentro de su estrecha rajita. Asi sentados le hice el amor como un loco, como si fuera el día del juicio final (porque lo cierto, era que para mí, era como si lo fuese), la empalé como nunca antes lo había hecho con ninguna otra mujer, la levantaba y la dejaba bajar hasta que mi pene entraba completamente y volvía a salír casi por completo, el ritmo era rápido, y cada vez iba a más, hasta llegar a ser casi infernal. Ella gemía apretada a mi cuerpo, sus pechos se aplastaban sobre mi cara, casi gritaba, y yo continuaba penetrándola sin descanso, sin tregua, sus orgasmos empapaban mis muslos de fluidos de sus corridas, había tenido ya varios orgasmos y mi pene seguía perforándola, ahondando cada ves mas en su interior, hasta que los dos de nuevo llegamos a un orgasmo los dos al mismo tiempo mas que gemidos fueron aullidos como animales heridos, y con la respiración ahogada, el placer nos inundó por completo hasta quedar desfallecidos apretados el uno contra el otro. Quedamos completamente exhaustos, su cuerpo sobre el mío, y yo aún dentro de ella.
Jamás he vuelto a hacer el amor como aquel día, jamás he encontrado una mujer que me haga sentir el placer que me izo sentir Cristina, aquella niña tímida que bajaba la mirada cuando le hablaba a los 14 años.
Se había hecho muy tarde, ella me había dicho que al día siguiente tenía que madrugar para coger un vuelo que la llevaría de nuevo a las oficinas de la multinacional en Alemania, era el momento de decirnos adiós, aunque ninguno de los dos quería hacerlo.

- No te despidas de mí, no me gustan las despedidas, tan solo un “hasta luego” o un “ya nos veremos”, pero nada más.

Fueron sus últimas palabras, me besó por última vez, con los ojos húmedos y brillantes, se dio la vuelta y caminó calle abajo, sin volver la vista atrás, sin dejarme decirle nada, aunque poco o nada había que decir.
Y ese fue el final, nunca volvimos a vernos.
Hoy cuando me decido a publicar este relato han pasado mas de veinte años, la recuerdo con algo de melancolía, quizás este casada y con familia , pero mis recuerdos de aquellos dos días son imborrables, aun hoy se me eriza el vello cuando lo pienso.
Mientras acabo este relato estoy sentado nuevamente en este espigón donde hicimos el amor por última vez, donde nos dimos el ultimo beso y el último lugar donde disfruté de la caricia de su mirada.