Los relatos publicados en este blog son el recopilatorio de historias y situaciones vividas durante parte de mi vida. Durante algún tiempo me he sentido culpable de alguna de mis relaciones antes de leer en este medio que hay mucha gente con historias similares o parecidas. Mi primera relación de sexo fue antes de cumplir los quince años, la ultima hace unos meses. Algunos de los relatos os parecerán inventados y no os culpo si no habéis vivido alguna situación similar o parecida.

domingo, 21 de marzo de 2010

EL SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO.


Se llama Ma.Isabel y tenia y sigue teniendo una sonrisa preciosa, nos conocimos una tarde en la playa una bonita cala a la cual me escapo muchas tardes al caer el sol cuando queda poca gente y se puede oír el rumor de las olas al romper en la arena y disfrutar del aire fresco con olor a mar, ella jugaba con un pequeñazo de unos cuatro o cinco años cuando la pelota cayo sobre mi toalla, al incorporarme me encontré con una mirada limpia de unos ojos verdes esmeralda que casi me deja sin habla, me quedé embobado mirándola durante unos instantes, llevaba un traje de baño minúsculo que la hacia aun mas bella, me pidió disculpas y siguió jugando con su hijo, me dijo que era su hijo a la tarde siguiente que volvimos a vernos en el mismo sitio, me atreví y la invite a tomar algo en el chiringuito de la playa que casi no había nadie al principio no aceptó pero ante mi insistencia se decidió, charlamos un largo rato mientras el niño jugaba en la arena. Parecía que nos conociéramos de toda la vida.
Estaba pasando unos días de vacaciones en un apartamento del pueblo sola con su hijo para reflexionar sobre un problema que tenia con su pareja según me dijo una tarde mientras estábamos en la playa, yo llevaba varios meses que estaba en en el paro debido a esta crisis que nos esta afectando, yo estaba pasando unos días en una caravana que tengo muy cerquita de la playa donde nos conocimos. Hubo mas ratitos en el chiringuito de la playa nos pasamos el numero de movil y nos llamábamos cada noche cuando el niño dormía, nos hicimos inseparables en esos días. Era una chica muy inteligente, locuaz, optimista y divertida; todo a su lado se volvía más vivaz, más bonito.

Una noche me llamó y me invito a su casa a tomar una copa. Pero esa noche nada más verla supe que sería distinta. Isabel yo no sonreía como cada vez que la veía. Era la primera vez que la vi triste, y eso me ponía un nudo en el estómago. Ambos sabíamos que al día siguiente se marcharía. Como muchas noches hablamos mucho rato y esa noche paseamos por la playa durante un buen rato. Ella se sentó en la arena y yo me senté a su lado. La luna parecía haber engullido las estrellas. Sólo se oía levemente el bullicio del chiringuito entre el rumor de las olas. De pronto ella dijo –Te quiero-. Enmudecí, y mi corazón se encogió, como si un depredador le hubiese atrapado. La miré. Aquellos ojos verdes, los más limpios que he visto en mi vida, brillaban como faros. Acercó su mano a mi rostro. Cerré los ojos. Sentí su aliento en mi cara, y sus labios besándome los párpados, la frente, las mejillas, mientras sus manos enredaban mi pelo. Acercó su boca a la mía suavemente, en un roce imperceptible. Podía notar cómo temblaba, sus labios se volvían más osados, sentía como me besaba en la comisura de la boca, mientras la punta de su lengua buscaba la mía. Abrí mi boca para ella y su lengua me invadió, rozándose con la mía, reconociéndose mutuamente. Nos separamos jadeando.
Ella se levantó resuelta y tomó mi mano. Yo no pude negarme, en aquel momento ella era lo único que pensar, lo único que sentir, lo único que amar. La seguí consciente de que hubiera ido con ella al fin del mundo. Me llevó hasta el apartamento. Habíamos estado varias veces allí, sobre todo en la terracita que daba a la playa, tenía una vista impresionante. Tumbados en una colchoneta, muchas noches habíamos contemplado las estrellas mecidos por el sonido del mar, confesándonos los más íntimos deseos, sueños, frustraciones, mientras entrelazábamos las manos. Nunca habíamos ido más allá. Pero esa noche no vi más estrellas que sus ojos. Allí estábamos los dos, uno frente a otro, embelesados, y también hambrientos. Me acerqué a ella y bajé suavemente los tirantes de su vestido, que cayó al suelo. No llevaba nada más. Cerré mis ojos por un instante, en un intento de recuperar el control, sin apenas conseguirlo. Volví a mirarla. Erguida, orgullosa bajo la luz de la luna, las marcas del bikini hacían que pareciera que estaba en cierto modo vestida sin estarlo, creando una imagen sensual y embriagadora. Sin duda, su cuerpo era el más bello poema. La tumbé suavemente y me puse a su lado. La besé vehemente, ansioso, mientras mis manos bajaban por sus hombros hasta sus senos, retadores. Los acaricié mientras mi boca recorría su cuello, trazando invisibles dibujos que la hacían estremecerse. Una de mis manos continuó su camino bajando por su cintura hasta su ombligo. Allí me quedé parado, dudando si continuar. Ella puso su mano sobre la mía y me dirigió más abajo. Ya no tuve más dudas. Enredé mis dedos entre sus rizos y seguí bajando mientras notaba cómo su cuerpo se arqueaba hacia mí, buscando un contacto más profundo. Acaricié sus pliegues, buscando su centro de placer. Mientras, mi lengua recorría sus pechos, y mi boca apresaba cada uno de sus pezones, firmes, invitadores, y los mordisqueaba suavemente.. El sabor de su piel era adictivo, dulce, excitante, Sus gemidos eran roncos, su respiración cada vez más rápida, hasta que sentí que se dejaba llevar, que se hacía mar para mí. Entonces busqué su líquida oquedad, la exploré con mis dedos hasta que la escuché gritar, la sentí estremecerse en mis manos. En esos instantes yo era combustible a punto de inflamarse.
Ella se incorporó y se colocó a horcajadas encima de mí. Me quitó rápidamente la camiseta y comenzó a besarme, para bajar después por mi cuello hasta mi pecho, lamiendo, explorando cada recodo, cada milímetro de piel. Continuó su viaje hacia abajo, podía ver su melena extendida por mi pecho en un suave aleteo mientras su lengua trazaba círculos incandescentes alrededor de mi ombligo. Tiró de mi ropa hacia abajo dejándome desnudo. Luego, mientras me miraba ardiente, bajó su cabeza hasta mi sexo, completamente excitado, y me acarició con su boca caliente y húmeda. A duras penas intentaba controlarme ante aquellas sabias caricias. Ella volvió a mirarme. subiendo de nuevo, hasta que sus senos abrazaron mi sexo. Entonces comenzó a moverse hacia arriba y hacia abajo, mientras yo me mordía los labios hasta hacerlos sangrar. No quería dejarme llevar, así que tomé su cara entre las manos y la subí hasta que volvimos a quedar frente a frente. Sus ojos me miraban llenos de amor. Me introduje suavemente en ella, que me esperaba palpitante, generosa. Comencé a moverme despacio, deseándola con todas las ganas de las que era capaz. Nos movimos al unísono en un acto de reverencia mutua, para acabar fundidos en uno mientras nuestros cuerpos al Finn se dejaban llevar en una riada de placer, de espasmos, de gemidos. Después, me tumbé a su lado y me quedé dormido.

Cuando desperté estaba solo, con la neblina como única compañera. A la luz del crepúsculo no sabía si todo había sido un sueño. Corrí hasta su habitación, y estaba preparando la maleta, al levantar la mirada estaba llorando vi en sus ojos un dolor inmenso y una invitación a que me marchase. Desde ese día siempre sigo bajando al lugar donde la conocí, a veces llego a pensar que todo fue un invento de mi imaginación.
Ha pasado el tiempo. Recibí un día un mensaje suyo en el movil me decía que se había separado. Al cabo de los meses una tarde me llamó. Ahora hablamos de vez en cuando, pero nunca me atreví a preguntarle si aquello fue real. En cualquier caso, no tuve tiempo de decirle que yo también la quiero. Aunque sólo fuera el sueño de una noche de verano.
Volvimos a encontrarnos tres años después, si queréis leer lo que ocurrió.
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